Beñat ZARRABEITIA

Oliver, Benji y Kazu Miura

A principios de los noventa, la serie «Campeones», surgida del manga «Capitán Tsubasha» creada por Yoichi Takahashi, logró un enorme impacto mundial. Estaba basada en las andanzas de Oliver Atom, Benji Price, Tom Baker... jóvenes jugadores que ansiaban triunfar en el fútbol.

El autor se inspiró en figuras de renombre mundial como Kempes y Maradona, pero también en el jugador más importante de la historia del balompié japonés: Kazuyoshi Miura. Un auténtico mito que con 51 años continúa jugando en el Yokohama de Segunda División. Nacido el 26 de febrero de 1967 en Shizuoka, adoptó el apellido de su madre debido a la relación de su padre Nobu Naiya con la yakuza, la mafia japonesa. A los 15 años abandonó el colegio y los estudios para irse a Brasil con la intención de jugar a fútbol. Era 1982, la época del jogo bonito y fascinado por la Canarinha emprendió una aventura sin parangón. Su primer equipo fue el Clube Atlético Juventus Sao Paulo en el que permaneció durante cuatro temporadas.

No fueron unos inicios fáciles, en los que jugaba de extremo izquierdo, pero en 1986 obtuvo su recompensa al fichar por el mítico Santos. El equipo de Pelé había llamado a su puerta con apenas 19 años. Era el primer japonés en jugar en el Campeonato brasileño y aunque únicamente jugó 2 partidos con la camiseta alvinegra, se había convertido en una leyenda. Un pionero que ha abierto puertas de forma constante para el fútbol nipón. Sin continuidad en el Santos, fue cedido a equipos como Regatas y también militó en el Palmeiras. Su mejor experiencia fue en las filas del Coritiba, con quien ganó el Campeonato Paranaense tras 21 partidos y dos goles. Para entonces, ya se había granjeado un gran prestigio en su país y estaba dispuesto a regresar convertido en una estrella.

Los zico, lineker y compañía

El fútbol japonés trataba de crear una estructura profesional, por lo que el retorno de Kazu Miura se convirtió en un espaldarazo para dicha apuesta. En 1990, volvió para firmar por el Yomiuri, un conjunto semiprofesional que pronto cambiaría su denominación a la de Verdy Kawasaki con motivo de la J-League, la nueva Liga nipona. Un campeonato que se esforzó en popularizar el fútbol en el archipiélago. Un empeño en el que tuvo tres grandes aliados: el título de Japón en la Copa de Asia de 1992, el fichaje de estrellas mundiales en el final de sus carreras como Zico, Lineker, Ramón Díaz o Littbarski y la presencia del ídolo local.

Completando una eficaz dupla junto al nacionalizado Ruy Ramos, Kazu Miura no defraudó a las expectativas y se convirtió en el jugador más valioso del campeonato, lo que le llevó a ser elegido como el mejor futbolista asiático de 1993. El único borrón, no conseguir el billete para el Mundial de EEUU con su selección. Al tiempo, la Liga continuaba con su expansión, tanto en número de equipos como en lo referido a la llegada de jugadores con tirón mediático. Así, ya en el ocaso de sus carreras, Guido Buchwald, Dragan Stojkovic, Michael Laudrup, Salvatore Schillaci o Dunga ficharon por equipos de la J-League. Una ola que alcanzó también a vascos como Txiki Begiristain, Jon Andoni Goikoetxea y Julio Salinas, además del técnico Xabier Azkargorta.

Sin embargo, Miura quería jugar en Europa, una oportunidad que le llegó en 1994 de la mano del Genoa italiano. No tuvo excesiva suerte, ya que el equipo descendió a la Serie B. Pese a no tener un inicio fácil –se rompió la nariz el día de su debut ante el Milan tras chocar con Baresi–, el primer japonés de la historia del Calcio vivió su momento de gloria en el derbi local ante la Sampdoria, partido en el que marcó un gol. En total disputó 21 partidos, 10 de ellos como titular, y compartió vestuario con el checo Skuhravy, el holandes Van’t Schip o el veterano meta Franco Tacconi.

Clave para el Mundial de Francia

De vuelta al Verdy Kawasaki, en 1996 fue el máximo goleador del campeonato nipón con 23 tantos. Una exitosa campaña tras la que recibió nuevas ofertas del fútbol europeo, entre ellas la del Logroñés, que dirigía Miguel Ángel Lotina. Pese a que el fichaje se dio por hecho, el Verdy se negó rotundamente a traspasar al jugador y la operación se fue al traste. El conjunto riojano, finalmente, contrató a su compatriota Nobuyuki Zaizen, que no llegó a debutar en Primera. El primer japonés en jugar en la Liga sería Shoji Ojo, tres años más tarde, con el Valladolid.

Kazu Miura fue una pieza clave para que los samurái blues obtuviesen el pase al Mundial de 1998. La cita en el Estado francés supuso el estreno de la selección nipona en la Copa del Mundo. Sin embargo, su gran estrella tuvo que ver el torneo por televisión. El enfrentamiento personal que mantenía con el técnico Takeshi Okada le dejó fuera de la lista. El entrenador, amante de la disciplina, acusaba a Miura de ser un «excéntrico». Tras el sinsabor mundialista, el japonés quiso resarcirse retornando a Europa. Lo hizo como cedido en el Dinamo de Zagreb –entonces bajo la denominación de Croacia de Zagreb– y se convirtió en el primer jugador de su país en disputar la Champions League. En el conjunto croata coincidió con Prosinecki. Volvió a Japón para fichar por el Kyoto Purple Sanga, en el que estuvo dos años.

El seleccionador Philippe Troussier optó por un relevo generacional en los samurái blues y aumentó los galeones de Hideoshi Nakata, relegando a Miura a un segundo plano. Su último partido fue en 2000, quedándose también fuera del Mundial que organizaron Japón y Corea del Sur conjuntamente dos años después. Un hecho que encierra una enorme paradoja, el jugador más mediático, trascendente e importante de la historia del fútbol japonés no ha disputado la Copa del Mundo de fútbol 11. Un pionero que acumuló 89 internacionalidades en las que anotó 55 tantos.

Tras pasar por el Vissel Kobe, en 2005 firmó por el Yokohama FC, escuadra a la que todavía pertenece. 13 años únicamente interrumpidos por dos cesiones. La primera, una breve experiencia en el Sidney FC, la segunda más peculiar. En 2012, con la intención de promocionar el fútbol sala, dio el salto a dicha disciplina jugando en el Espolada Hokkaide. Miura fue convocado para el Mundial de fútbol sala, una cita en la que Japón llegó a los octavos de final.

Poco después, regresó a su hábitat natural y, con 45 años, se convirtió en el futbolista más veterano del campeonato. Desde entonces, campaña a campaña, ha ido dando muestras de una firmeza inquebrantable. Ha sido el jugador más longevo en marcar y el pasado mes de enero renovó su contrato por un año más. Con 51, Miura no se pone fecha de caducidad. En el horizonte asoma Robert Carmona, un jugador de 55 años que milita en el Audax Orione italiano, marca que quizá bata el japonés.

Es una leyenda que supera con creces lo imaginado por Takahasi en sus historias. El joven nipón que viajó a Brasil, jugó en Europa y que se ha convertido en el referente icónico del fútbol de su país.