Beñat ZARRABEITIA

«Summer of 1982», el Mundial en Bilbo

La publicación de unas fotografías de la playa de Ereaga con bidones, bolsas de basura e incluso un perro muerto escandalizaron a la sociedad inglesa. La sede en la que su selección iba a disputar la primera fase del Mundial no parecía preparada para albergar el evento. El conjunto de los Three lions se iba a hospedar en el hotel Los Tamarises, entrenaría en Lezama y jugaría en San Mamés. Otro país y otra ciudad en el mismo lugar.

El 23 de marzo, el conjunto dirigido por Ron Greenwood disputó un amistoso frente al Athletic en La Catedral. Un encuentro que sirvió como homenaje a Txetxu Rojo, familiarizar a la sociedad vizcaína con los pross y comprobar que Andoni Zubizarreta iba a ser un portero de primer nivel.

La disputa del Mundial en junio de 1982 resultó ser una especie de «Bienvenido Mr.Marshall» para Bilbo, ya que además de los problemas de Mundiespaña con las entradas, los ingresos distaron mucho de ser los previstos. Se gastaron 1.200 millones de pesetas –7 millones de euros– en remodelar y modernizar el viejo San Mamés y otros 120 millones –700.000 euros– en adecentar Alde Zaharra y el centro de la villa, zonas de las que se tuvieron que retirar carteles que estaban pegados desde la campaña electoral de las elecciones autonómicas de 1979.

La ciudad se esmeró por mostrar su mejor cara, organizando numerosas actividades. Desde los espectáculos culturales que incluyeron kantaldis con Pantxoa eta Peio, Imanol o Gorka Knorr, las presencia de los ballets de Cuba o Yugoslavia... Se rotularon las señales en varios idiomas y se multiplicó el transporte público.

Las plazas hosteleras estuvieron cubiertas casi en su totalidad debido a la presencia de las selecciones, federativos, periodistas y otros trabajadores de los medios de comunicación –la BBC instaló sus equipos durante 11 días–, así como por los clientes habituales. Sin embargo, las cafeterías, restaurantes, taxis, cines o comercios de la villa calificaron el Mundial de «desastre económico».

Lejos de los 20.000 visitantes

Se esperaba la llegada de cerca de 20.000 aficionados de forma permanente. Nada más lejos de la realidad. Inglaterra jugaría contra Francia, Checoslavaquia y Kuwait en Bilbo, pero la mayoría de desplazamientos fueron para un único día, sin pernoctaciones. De los 1.000 kuwaitíes que se habían previsto, la mayoría no acudieron y buena parte de los hinchas galos llegaron en autobuses para ver su partido ante Inglaterra y posteriormente tomaron el camino de vuelta. Aún así, se batieron dos récords con los 70 vuelos que llegaron a Sondika con motivo del partido entre ingleses y franceses, así como con los 18.000 vehículos que cruzaron la muga por Irun el día del encuentro.

Inglaterra ganó sus tres partidos en Bilbo pese a la lesión de su gran estrella Kevin Keegan y durante aquellos calurosos días de verano, cada jornada se sirvieron 400.000 litros de bebida. Muchos hinchas se refrescaron en las antiguas fuentes de Zabalburu y la Elíptica. Los más valientes se bañaron en Ereaga e incluso en la Ría, en la zona del Arenal. Tampoco faltaron algunos incidentes, días antes del primer partido, en la Gran Vía, varios ingleses golpearon y abollaron un coche en el que casualmente viajaba el futuro presidente del Athletic José María Arrate junto a un amigo y causaron destrozos en algunas cafeterías.

En San Mamés, durante el primer partido, se bordeó la tragedia. La presencia de la Policía española en la grada de Capuchinos y una pelea entre hinchas ingleses y franceses provocó que la valla de la Preferencia Este cediese. Se vivieron momentos de tensión, un niño tuvo que ser evacuado para evitar ser aplastado. La prensa de la época minimizaba o normalizaba incidentes así.

Eran fechas convulsas. El mismo día del estreno ante Francia, concluyó la Guerra de las Malvinas con la rendición argentina. Un acontecimiento que tuvo su particular secuela también en Zarautz con un brutal enfrentamiento entre hooligans ingleses y barras bravas argentinos. Lo que comenzó con una discusión política, acabó en agresiones. La cosa fue a mayores cuando los argentinos dispararon contra los balcones del hotel de los ingleses. Hubo detenciones e incluso se especuló con un presunto atentado de ETA. El suceso acabó bautizado como «la batalla de Zarautz» y en el segundo partido, ante Checoslovaquia, algunos hinchas ingleses desplegaron una pancarta en la que se podía leer «Falklands-Zarauz, we wins the wars».

ETA anunció que no boicotearía el evento

La tensión política era máxima. El ruido de sables, la guerra sucia, los años del plomo, la inflación, el paro y las desigualdades sociales azotaban a Euskal Herria. Sin embargo, en una entrevista ofrecida al semanario “Actual”, ETA dejó claro que no iba a «boicotear los mundiales». No obstante, siguió actuando durante las fechas del torneo.

En esos días, la revista “Punto y Hora de Euskal Herria” publicó su edición número 270 bajo el título «La trampa de los mundiales». El editorial señalaba que «habría que darle una explicación al mundo de porqué se detiene a 5.000 ciudadanos al año en Euskadi, de por qué aquí se sigue torturando, de por qué parlamentarios, alcaldes y electos de la primera fuerza de izquierdas son condenados al exilio o la cárcel y de por qué el problema vasco no puede simplificarse con una torpe reseña al terrorismo internacional». Asimismo, el dirigente de Herri Batasuna Jon Idigoras señaló que «los mundiales son una plataforma vasca para desbloquear informativamente el problema vasco, intercambiando información con los enviados especiales y lo vamos a hacer». El movimiento pro amnistía de la época convocó movilizaciones con carteles en inglés y francés. A la conclusión del primer partido ante Francia, la Policía cargó contra una de las manifestaciones, aporreando también a varios turistas e hinchas foráneos. Las cargas también se sucedieron en Alde Zaharra.

Fue el primer gran evento que albergó Bilbo, que marcó a toda una generación en una ciudad que no imaginaba que poco más de un año después sufriría unas terribles inundaciones y mucho menos el cambio que ha dado en los últimos 36 años. El Mundial de 1982 aún perdura en la memoria de muchos bilbaínos, un espectáculo deportivo de primer orden que ayudó a modernizar algunas zonas e infraestructuras de la villa, pero que distó mucho de ser el maná económico que se había previsto.