Es muy arriesgado, y totalmente antiperiodístico, dar por sentado que algo va a pasar por muy previsible que resulte, y menos aún en el encierro de Iruñea. Poniendo esto por delante, lo cierto es que todo el mundo comentaba ayer tras la carrera que si los Miura no cambian hoy su guión habitual, este 2018 pasará a la Historia como la edición sanferminera con menos corneados en décadas. Habrá que trabajar duro en los archivos para encontrar el antecedente exacto, si es que existe.

Veamos la evolución de este siglo. Con la cornada de ayer y la del día 7 sumamos dos, solamente dos (al final se descartó como tal la herida leve en la oreja que presentaba un mozo el día 11 y que inicialmente pareció provocada por asta). El año pasado fueron siete y en 2016, doce. En lo que llevamos de siglo XXI, las ferias más limpias han sido las de 2008 y 2012, en ambos casos con cuatro personas corneadas, mientras que el tope contrario lo marca 2004, cuando se alcanzaron las dieciséis.

Resulta curioso comprobar cómo el milenio comenzó con unos números muy estables: doce empitonados en 2000, otros doce en 2001, once en 2002... Sin embargo, en los últimos años la evolución resulta tan descontrolada como lo es la carrera en sí. En la era post-antideslizante (el líquido de marras comenzó a impregnar las calles en 2006), los citados 2008 y 2012 dieron la impresión de que las cornadas estaban casi en trance de desaparición, pero entre 2012 y 2016 el número fue creciendo en progresión aritmética: hubo cuatro en 2012, seis en 2013, ocho en 2014, diez en 2015 y doce en 2016. ¿Cabe colegir de esto que íbamos decididamente entonces a peor? Pues tampoco, porque en los 2017 el total de cogidas bajó casi a la mitad y este año puede marcar un jalón histórico positivo.

Pero antes de sumergirse en la hemeroteca, a ver qué dicen los Miura.