Lo que cuentan las manos
Eduardo Chillida Belzunce inaugura nueva exposición en la Galería Ekain de la Parte Vieja donostiarra con pinturas y esculturas de pequeño formato realizadas en los últimos años. Bajo el título «Ensoñaciones y realidades», las obras expuestas muestran en su mayoría paisajes de diferente índole, algunos reales y otros imaginados por el propio artista. La muestra se completa con esculturas en forma de manos. Permanecerá abierta hasta el 29 de setiembre.

Pinturas y esculturas de pequeño formato, realizadas en su mayoría en los últimos años, son las obras que componen la muestra que se inaugura hoy en la Galería Ekain de Donostia. El cuadro más antiguo de la exposición está fechado de 2012 y fue pintado sobre la tapa de un cuadro eléctrico –«a partir de ahí comencé a pintar sobre metacrilato», detalla el protagonista, Eduardo Chillida Belzunce–. En las mismas se representan lugares reales e imaginarios, de ahí el título de la muestra, “Ensoñaciones y realidades”. En su mayoría paisajes, con el mar siempre presentes en sus creaciones –«veo el mar todos los días» desde las faldas del monte Igeldo, donde se encuentra su estudio–. «Empiezo un cuadro y me va creciendo por sitios extraños», dice el artista ante la mirada de su pareja, Susana Álvarez, sobre los paisajes irreales que crea en sus cuadros. «El cuadro y tú vais de la mano», añade ella.
La muestra se completa con varias esculturas con formas de manos. «Las manos son parte esencial de los humanos. Me gusta dar sensación de trabajo. Las manos son las trabajadoras de nuestros cuerpos», añade el hijo del escultor Eduardo Chillida mientras atiende a los medios de comunicación en la propia galería.
Cuenta Eduardo Chillida Belzunce que esculpe desde que era pequeño; afirma que realizó su primera escultura a los 4 años. «Me llamaba a mí mismo escultor y a los 16 empecé a pintar. No he parado desde entonces».
Un grave accidente de moto a los 21 años le dejó graves secuelas físicas. «Tuve un terrible accidente en el que me quedé doblado, con una mano y una pierna inútiles. Solo me funcionaba esta –dice indicando su mano izquierda– pero tampoco podía doblarla».
Profundiza en lo que sucedió aquel día. «Entraba al túnel del antiguo hacia el centro en moto. Parece que iba bastante rápido. Hacía un solazo impresionante. Llevaba casco y en un momento me cegué. En el interior del túnel había una furgoneta averiada –‘sin señalizar’, apostilla su compañera y también comisaría de la exposición–. Les di por detrás a los mecánicos que estaban allí y yo me metí debajo del coche». «Estuvo muy grave –continúa Susana Álvarez–. Incluso le practicaron una traqueotomía en el lugar del accidente».
No fue el único accidente que casi le cuesta la vida. «Tuve otro con 17 años». «Tiene enormes cicatrices –sigue Álvarez–, se reventó el hígado».
Tras el accidente ocurrido junto a la playa de Ondarreta, Eduardo Chillida Belzunce tuvo que superar varios obstáculos. «Pasé de ser diestro a ser zurdo. Pintaba y esculpía con la derecha y tuve que empezar a trabajar con la izquierda. Tenía la mano tan rota –continuó hablando de su mano izquierda– que los médicos querían colocarme un hierro que atravesaba toda mi muñeca para que me quedara totalmente recta, sin movimiento. Mi madre les dijo que no me tocaran el hueso ni locos. Gracias a que le dijo eso al médico si no…».
Se declara un apasionado de la pintura y la escultura desde pequeño. «Siempre estaba en clase dibujando. Más de una vez me echaron», señala sonriente.
Algunas de las esculturas expuestas en la Galería Ekain las realizó en el año 2011. Y cuatro años más tarde se lanzó a realizar las obras que se exponen también estos días en el atrio de la Iglesia San Vicente de la Parte Vieja. «Es mucho trabajo; ‘ese dedo ponlo ahí, el otro en vez de así, así…’ Tuve que empezarlas en forespam, que me cogía el diámetro de la escultura». Las piezas fueron posteriormente recreadas en bronce. «Cuando las pasan a bronce hay que fijarse mucho», asegura sobre los detalles de las obras.
Una vez conseguidas, cada artista elige un tipo de pátina (acabado) para recubrir la pieza. «A mí me gustaba el color natural del bronce, sin pátina…». «Entonces las lijó enteras –explica Álvarez– y los miembros de la fundición en las que se realizaron le dijeron que eso no lo había hecho nadie nunca y que pasaría a llamarse ‘pátina Chillida-Belzunce’».
Y continúa: «Al estar expuestas en el exterior han cambiado ya de color». «Igual las lijo otra vez», le da respuesta el artista.

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