CELEDÓN ATERRIZA CON PARAGUAS MORADO EN UNA GASTEIZ TROPICAL
CELEDÓN LLEGÓ AYER A GASTEIZ, UNA CIUDAD QUE LE RECIBIÓ CON MÁS DE 30 GRADOS DE TEMPERATURA. EL ALDEANO DE ZALDUONDO, AL QUE DA VIDA GORKA ORTIZ DE URBINA, BAJÓ CON UN PARAGUAS MORADO A LA PLAZA DE LA VIRGEN BLANCA, QUE ERA UNA AUTÉNTICA OLLA A PRESIÓN.

Calor, mucho calor. Ni siquiera la ayuda de un camión de bomberos pudo mitigar el agobio que sintieron las miles de personas que ayer se dieron cita en la plaza de la Virgen Blanca para dar la bienvenida a Celedón, que a las 18.00 de la tarde inició su descenso al corazón de la capital alavesa. Cinco minutos después, Gorka Ortiz de Urbina, el blusa encargado de dar vida al aldeano de Zalduondo, saludaba a los presentes con su paraguas morado y emprendía la marcha hacia la balconada de San Miguel, desde donde entonó su canción y lanzó su grito de guerra: «Gora Gasteiz! Gora Andra Mari Zuriaren jaiak! Eta gora neskak!»
Este fue el momento álgido de una jornada tórrida que para muchos comenzó de resaca, con el recuerdo –o sin él– de una noche de fiesta en las txosnas, que este año se adelantaron al inicio oficial de las fiestas de La Blanca. Desde primera hora se podía intuir que la plaza de la Virgen Blanca se iba a convertir en una sartén. A mediodía un termómetro de la calle Diputación marcaba 29 grados, y la previsión de Euskalmet anunciaba una máxima de 32 grados, aunque en la calle Diputación, muy cerca de la Virgen Blanca, llegó a marcar 33 grados.
Pero el calor no desanimó a los y las gasteiztarras, que poco a poco fueron llenando la plaza. Las primeras cuadrillas, las más valientes, llegaron a las 15.30, cuando la Policía Local empezó a instalar los primeros controles de acceso. Los jóvenes llegaron provistos de agua, sangría, kalimotxo y algunas bebida un poco más fuerte, de esas que en lugar de refrescar te calientan la garganta. Todo en botellas de plástico o en la bota verde, ya que el Ayuntamiento de Gasteiz mantiene el veto sobre el vidrio, impuesto en 2017, y este año lo ha extendido a las latas. Una medida de seguridad recibida como mala noticia para aquellos que recuerdan con cierta nostalgia el picor del cava en los ojos y el golpe seco de los corchos que caían del cielo.
Los primeros en llegar pudieron hacerse con los sitios de sombra, junto a la entrada de las calles Herrería, Zapatería y Correría, pero los que lo hicieron a partir de las 16.00 se tuvieron que enfrentar cara a cara con el astro rey, y tomar una dura decisión: dos horas de pie a la espera del arranque o sentarse sobre el asfalto. La mayoría se decantó por esta opción, eso sí, tras lanzar agua al suelo para refrescar el hormigón. Unos chorros al suelo y otros por encima del cuerpo. La cosa mejoró un poco a partir de las 17.15, cuando empezó a lanzar agua el camión de los bomberos, que se situó en la parte baja de la plaza.
En la hora previa al descenso de Celedón, la plaza se convirtió en un pequeño aquapark. Muchos vecinos ayudaban a los bomberos tirando cubos de agua desde los balcones, y las cuadrillas que estaban en el centro de la plaza iniciaron una guerra con pistolas de agua. Poco a poco fue subiendo la intensidad de la batalla, y al final muchos echaron mano de las garrafas de cinco litros para atacar a las cuadrillas de al lado. Incluso había un chaval con indumentaria militar armado con un bidón de kalimotxo a la espalda. Con esas pintas y el calor, el día de ayer para él sería un infierno.
«Gora neskak!»
Por fin el reloj marcó las 18.00, y Andrea Corres, Aurelia Encarnación Izquierdo, Juan Luis Soriguren y Daniel Uriondo –cuatro jubilados elegidos a través de un sorteo– prendieron el cohete que marcó el inicio del descenso de Celedón, que recobró vida en la figura de Gorka Ortiz de Urbina. Este cruzó la plaza con la ayuda de 90 blusas y neskas, encargados de abrir camino desde la calle Postas hasta la balconada. Exhausto por el esfuerzo pero con la txapela puesta, entonó su canción, compuesta hace cien años, y lanzó un mensaje contra las agresiones machistas.
Tras desear una fiestas con respeto a todos, la masa que ocupaba la plaza se disipó y comenzó a tomar las calles de Alde Zaharra, convertidas en pequeños ríos. ¿Y quién dijo que en Gasteiz no hay traineras? En los cantones no faltaron las regatas, ni los resbalones en las escaleras mecánicas. Muchos se tiraron horas pidiendo agua, y otros se dirigieron al gaztetxe. Un buen sitio para reponer fuerzas antes de emprender el camino a casa a darse una ducha, anudarse el pañuelo –rojo o de cuadros, cualquiera vale– y subir de nuevo a Alde Zaharra a cenar y a disfrutar de los conciertos. Otros marcharon a las txosnas, donde tocaron Boot Boys y Akerbeltz.
Para muchos la noche se alargaría, no así para los blusas y las neskas, que hoy se apoderarán de la ciudad. Hará falta tener valor para ponerse las medias y las abarcas con 30 grados.

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