No basta con decir que Martin Provost es un gran director de actrices, porque también es un extraordinario contador de historias de mujeres. Sus mejores trabajos hasta la fecha pasaban por ser retratos de época, como el de la pintora Séraphine De Senlis en la interpretación de Yolande Moreau, o el de la escritora Simone De Beauvoir y su amiga Violette Leduc con los reconocibles rostros de Emmanuelle Devos y Sandrine Kiberlain. Pero le tocaba ya hacer una aproximación a los personajes femeninos de nuestro tiempo, y para ello ha contado con las insuperables Catherine Frot y Catherine Deneuve. Ellas son la representación real y actual de dos criaturas simbólicas como la Cigarra y la Hormiga, según la fábula homónima de La Fontaine, con la puntualización de que en la película es la hormiguita trabajadora la gran protagonista, mientras que su némesis actúa a modo de reflejo en el espejo de un pasado y un futuro que inciden de lleno en un presente cambiante.

Así que Catherine Frot lleva la voz cantante, y el suyo es el papel de la comadrona a la que se refiere el título original de “Sage femme”. Esta mujer madura, separada, y que está a punto de perder su trabajo en el hospital por el cierre de la sección de maternidad, se encuentra en una difícil encrucijada vital. Por si no bastara con que su hijo la va a hacer abuela, aparece de repente su madrastra, ya mayor y en estado terminal. Catherine Deneuve borda la caricatura de esta mujer de culo inquieto, pero que estuvo enamorada del mismo hombre al que recuerda su directa descendiente, y a quien ambas ven reflejado en viejas diapositivas proyectadas sobre el rostro del hijo que a su vez va a ser también padre.

Es una bellísima y poética descripción del ciclo de la vida, a caballo de los acontecimientos que siguen su curso, y que provocan nuevas perspectivas esperanzadoras y renovadoras cuando todo parece ya agotado.