Raimundo Fitero
DE REOJO

Cemento

Vigo y Génova, un puerto y una autopista, una desgracia y una tragedia. En ambos casos es el cemento armado el que se vuelve doblemente sospechoso. Hundimiento de una prolongación en un puerto deportivo utilizado para celebrar un festival de música que se hunde y cientos de concurrentes son heridos por caerse al mar estancado, sobre una destrucción de maderas y cemento. En este caso, el resultado es menor en cuanto a desgracias personales, heridos leves y apenas media docena de ingresados en los hospitales sin peligro mayor, pero se vuelve a utilizar esta circunstancia para hacer una descarnada pelea partidista vergonzosa.

El asunto es que lo que ha cedido es una plataforma de cemento, y aparecen vigueses que han denunciado el deterioro de esta instalación desde hace muchos años. Décadas sin revisar, sin retocar y se va corroyendo las estructuras, porque el cemento armado, depende de los porcentajes de los materiales utilizados en su fragua, son de mejor o menor calidad. Y estamos hablando de la corrupción.

Pero lo que nos va a tener estos días preocupados es el derrumbe de un tramo de más de cien metros de un puente de autopista de más de un kilómetro, que pasaba por encima de un barrio de la ciudad de Génova en Italia a más de noventa metros de altura. Se ha roto, ha caído, con coches y camiones circulando, provocando un caos de dimensiones incalculables, pero que predicen que estamos ante una tragedia. Decenas de muertos, una situación realmente apocalíptica. 

Ver el antes y el después de ese puente produce terror. Circulamos cada día por tramos de esa voladura por nuestras carreteras. Y vemos cómo avanzan otras construcciones voladas de cemento armado que están acabando con nuestros paisajes para un maligno TAV. El cemento armado se está desarmando.