Jakes PARROU
DONOSTIA
A VISTA DE CATALEJO

Marchando una de paella de pescado

Al pie de Urgull no tenemos más encierro que el de los toros de fuego, pero para montoneras las del tráfico durante los meses de verano en general y Aste Nagusia en particular. Ejerciendo de pastores tenemos a los llamados «naranjitos» y «naranjitas», agentes de movilidad que no se lían a varetazos porque en el equipo no les proporcionan una buena rama de avellano. Y porque estaría mal visto, pero a veces ganas no les faltan.

Una conversación con alguno de ellos y ellas da para una buena colección de anécdotas. Como la del guiri que les preguntaba estos días en el Boulevard dónde se podía comprar un «ice cream». ¿En serio? Es como parar a un beduino montado en su camello en mitad del Sahara y pedirle que nos indique dónde podemos encontrar arena.

O la del visitante spanish que quería información sobre «la mejor paella de pescado de la ciudad». Vale que en el uniforme pone «Trafikoa» solo en euskara, pero no creo que sea tan difícil de traducir como para percatarse de que no significa «Guía Michelin».

Ya dentro de sus competencias, los agentes se pueden topar con esa peatona –es la forma correcta del femenino según la RAE– que amaga una y otra vez con tirarse a cruzar la carretera, armada con silla plegable y sombrilla, justo cuando pasan por allí familias enteras en bici y patines. Sucedió el domingo. Al parecer, si llegaba cinco minutos más tarde a la playa le robaban el sitio. O algo así. Cuestión de vida o muerte, por tanto.

También han de lidiar pacientemente con el que, si pudiera, aparcaría dentro de la planta baja del Zara de San Martín. O con el que lo deja en doble fila más de una hora y argumenta en su defensa que han sido «un par de minutos». Y los del «no sabíamos que no se podía aparcar donde pone ‘solo residentes’» o la del «mí no entender».

En fin, todo un escaparate de la fauna más diversa. Habría que montar un espectáculo de monólogos con sus historias. Ahí dejo la idea.