Ibai AZPARREN
EL JUEGO EN EUSKAL HERRIA (Y III)

PIDEN MÁS RECURSOS CONTRA LA LUDOPATÍA EN NAFARROA Y REGULAR LA PUBLICIDAD

EL NÚMERO DE PERSONAS ADICTAS A LAS APUESTAS ESTÁ CRECIENDO EXPONENCIALMENTE. CADA AñO SON MÁS LOS AFECTADOS QUE ACUDEN EN BUSCA DE AYUDA A LA ASOCIACIÓN DE LUDÓPATAS DE NAVARRA ARALAR, ÚNICA EN NAFARROA. LOS MIEMBROS EXIGEN MÁS RECURSOS Y REGULACIÓN DE LA PUBLICIDAD ANTE LA SATURACIÓN DE PACIENTES.

«He tenido épocas en las que jugaba a casi todo. Jugaba a las tragaperras y al bingo, lo dejas porque es un rollo y acabas en las apuestas deportivas». Fran, de 54 años, es uno de tantos afectados por la ludopatía que trata la asociación. Echa la mirada atrás y recuerda cuando jugaba a los montones de cromos en la plaza. «Al final era juego, necesitabas el máximo de cromos y para ello tenías que comprar», explica. Su padre también jugaba y el aprendizaje fue rápido. Apasionado del fútbol, comenzó con las apuestas deportivas porque «parece que entiendes, que dominas y que vas a ganar dinero». De hecho, tuvo dos golpes de suerte, dos quinielas en las que ganó 120.000 y 108.000 euros, respectivamente.

Sin embargo, cada vez jugaba más, se gastaba lo que había ganado y seguía jugando para intentar recuperar. «Para no perder, el jugador no cesa nunca de perder», enunció el poeta romano Ovidio. En efecto, Fran llegó a gastarse más de 200.000 euros en apuestas deportivas; pero los lazos familiares y afectivos rotos fueron la mayor pérdida. Hoy lleva seis años de tratamiento en la asociación y, aunque ha sufrido varias recaídas, está convencido de que saldrá completamente rehabilitado del proceso.

Precisamente las recaídas de Fran fueron con las apuestas deportivas. No son nuevas, pero sí lo son los formatos.

Más fácil, más accesible y menos controlable. Las apuestas online o las máquinas que nos encontramos en el bar de la esquina son mucho más peligrosas desde el punto de vista de las adicciones. A Fran, la casa de apuestas en la que apostaba grandes cantidades le regalaba de todo, desde entradas para partidos de la Euroliga de baloncesto hasta cestas de Navidad, que incluso a día de hoy siguen llegando. Por no hablar del coach personal que le llamaba cada dos por tres. Además, el estar sometido a tanta publicidad es un factor que no ayuda.

Bombardeo de publicidad

«Cuando intentas crear otra vida alejada del juego, la publicidad no te deja salir», explica María Beloki, psicóloga de la asociación. Vallas publicitarias, carteles por las calles de Iruñea que anuncian un nuevo casino al lado de tu portal, bombardeo masivo de anuncios en internet, radio y televisión –hasta el canal infantil Clan difundió estos anuncios– donde profesionales del deporte como Nadal y Ronaldo juegan y ganan rodeados de mujeres, pues la mayoría de jugadores son hombres (el 90% en la asociación). «Los mensajes que mandan están enfocados a personas con una autoestima baja, creen que con el juego van a conseguir lo que no tienen», aclara Beloki.

Desde la asociación Aralar reclaman una regulación de la publicidad como ya se hizo con el tabaco o el alcohol. Daniela Scorrani, trabajadora social del centro, aboga también por la contrapublicidad: «Es necesario que la gente sepa qué produce el juego».

Aumento de jóvenes adictos

En el año 2017, un total de 354 personas –entre afectados, familiares y personas de apoyo– fueron atendidas por la asociación Aralar, fundada en 1996. Entre las 80 personas que iniciaron el proceso de rehabilitación durante estos dos últimos años, el 44% lo hizo por su adicción a las tragaperras, mientras que el 35% por las apuestas deportivas. También, en menor medida, tratan con personas adictas al poker, ruleta, loterías, bingo o incluso la ONCE.

Aunque la media de pacientes sea de 38 años, la franja de edad de la gente que acude en busca de ayuda cada día es más amplia. Raquel Pardo, presidenta de la asociación, alerta de la cantidad de jóvenes ludópatas que han tratado durante los últimos años, adictos a las apuestas deportivas. Es el caso del hijo de Inma, socia de la asociación. Este comenzó a apostar a los 18 años. «Me di cuenta enseguida porque me faltaba dinero en la cartera, estaba muy susceptible», explica Inma. Características de convivir con un ludópata que ella conocía a la perfección, pues su padre también lo era.

Durante tres años, su hijo no reconoció su adicción y aunque acudieron a la Seguridad Social y a salud mental, no conseguía que lo trataran. «Casi me dijeron que la loca era yo, que le tenía que dar confianza y creerle cuando decía que no jugaba», relata. Beloki explica que la mentira, la dificultad de manejar emociones y la fantasía de que realmente el juego les va a dar dinero son las características habituales de los ludópatas. «Creen que controlan pero al final es el juego el que acaba controlándoles», detalla.

Inma narra como un día su hijo llegó llorando a casa y acabó confesándolo todo. Después de tres sesiones en cinco meses le dieron el alta en la Seguridad Social, pero a los quince días recayó. Fue entonces cuando decidió acudir a Aralar, donde ya llevan dos años. Pardo explica que los pacientes «sueltan su mochila, se liberan y pasan la carga a los familiares». Por lo tanto, es muy importante que dichos familiares o personas de apoyo reciban la instrucción adecuada.

Prevención necesaria

Este año ha sido el primero en el que en el Plan Foral de Adicciones ha metido la ludopatía como adicción. Desde la asociación Aralar exigen que se trate como un problema de salud mental y que el Gobierno, tanto a nivel estatal como autonómico, abra los ojos ante «este monstruo que va creciendo».

Pardo reclama más recursos ante el aumento exponencial que han sufrido los últimos años. «Cuanto más dinero haya más personas podremos tratar», asegura. Por el momento, el local cedido por el Ayuntamiento no tiene la capacidad de abarcar las reuniones con los pacientes y familiares.

Asimismo, demandan más medidas preventivas en torno a la formación y educación. «Los adultos tenemos que dar ejemplo, enseñarles a valorar el dinero, a gestionar y encaminar debidamente las emociones de los más pequeños», precisa Beloki. Para ello, asegura que las charlas en colegios e institutos son necesarias, así como la formación de los padres y de los propios psicólogos.

Desde la asociación alertan también del peligro de los videojuegos, donde puedes comprar e intercambiar material, o el propio móvil, al que hay que darle un uso adecuado y controlar la cantidad de horas que se pasan los hijos delante de una pantalla.