Revelando el espíritu de la música zíngara

Como su propio nombre indica, la Orquesta del Festival de Budapest es una orquesta de festival, lo que implica que se puede permitir ciertas fantasías y puestas en escena en las que no suelen incurrir las orquestas regulares. En Donostia, en sus múltiples visitas en los últimos años, los hemos visto dejando sus instrumentos para cantar como un coro, o integrando al coro del “Réquiem” de Mozart entre los instrumentistas, todos revueltos en una memorable interpretación comunal. El domingo su director, Ivan Fischer, tuvo otra idea excelente: tocar obras clásicas de influencia zíngara, como las famosas rapsodias y danzas húngaras de Liszt y Brahms, junto a músicos de tradición popular especializados en ese repertorio. Y no se limitó a intercalar los géneros: Fischer mezcló a los músicos tradicionales con el tejido orquestal, dejando que interpretaran las melodías cómo ellos llevan haciéndolo durante dos siglos, e incuso dejándoles improvisar sobre lo ya escrito por Liszt y Brahms, genios a los que habitualmente nadie se atreve a modificar ni una sola nota. El resultado fue divertidísimo, revelador de las conexiones que existían entre los géneros serios y populares, y con el aroma de autenticidad de estar escuchando música húngara de manos de músicos húngaros de primer nivel. Incluso hicieron un hueco para interpretar los “Aires gitanos” de Sarasate, pues la moda de la zíngara en el XIX cruzó también los Pirineos.
La segunda parte estuvo dedicada a la “Sinfonía nº 1” de Brahms, especialidad de Fischer. Fue una versión maravillosa, atenta a cada pequeño detalle y melodía secundaria, perfecta en el equilibrio dinámico y en los colores orquestales, y con una musicalidad de altos vuelos sin acudir a subterfugios, nacida simplemente del conocimiento profundo de la partitura.
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