Aritz INTXUSTA
UN SALÓN DEL CÓMIC CON MEMORIA

EL «MUNDO FELIZ» DE LA IRUñEA DE 1978

ALDOUS HUXLEY ESCRIBIÓ EN 1932 “UN MUNDO FELIZ”, UNA NOVELA DE CIENCIA FICCIÓN QUE SEñALABA LOS PELIGROS A LOS QUE SE ENFRENTARÍA LA HUMANIDAD EN EL FUTURO. EN 1978, EN IRUñEA, UN CÓMIC IMAGINÓ QUE ROBOTS POLICÍAS ENTRARÍAN EN LA PLAZA DISPARANDO A LOS TENDIDOS. EL SALÓN DEL CÓMIC LO RESCATA DEL OLVIDO.

Esta es una vieja historia que empieza en el futuro. Exactamente, arranca en el Siglo Cuarenta de la Era del Moco, «cuando a Iruña ya no la llaman Pamplona, sino X57T». Esta urbe está poblada por 400 millones de humanoides «y sus habitantes son, en el mal sentido de la palabra, conservadores». Pese a que han pasado tantos siglos, los sanfermines se siguen celebrando cada año y son unas fiestas en las que «se consume una antigua droga llamada vino». Lo que sí han cambiado son los encierros; ya no los corren toros, sino una suerte de sucedáneos de aquellos cuadrúpedos. Ahora estos animales robóticos lucen astas y cuchillas sobre la testuz y se llaman «carcamales».

Esta distopía bruta en forma de cómic salió de los lapiceros de Enrique Murillo, Simónides, cuando tenía 26 años. Apareció por primera y única vez en un tebeo llamado “¡Viva San Fermín!”, con el que un grupo de pintores y dibujantes inquietos querían dar a conocer sus trabajos y experimentos narrativos, bajo el nombre GUK. Buscaban aprovechar las fiestas de Iruñea para vender sus historietas en mano, con el objetivo de sacarse unos duros y darse a conocer. Costaba cien pesetas cada ejemplar. Pero aquel plan les falló. Ocurrió en 1978. Y el día en que pretendían a venderlo fue, justamente, el 8 de julio.

«Lo habíamos recibido de imprenta y lo íbamos a sacar a la tarde. Habíamos quedado para repartirlo a la salida de los toros. Subimos a Pamplona pero ya habían empezado las cargas. Todo el mundo corría y las mujeres huían con los niños en brazos. Ya no vimos Policía ni nada, porque las peñas se rehicieron luego de la primera carga y los arrinconaron donde el Gobierno Civil», recuerda Simónides.

Su loca historieta futurista ambientada en X57T se había convertido en terrible realidad. Si se quitan los robots humanoides y se despojaba de los elementos distópicos, el cómic de Simónides narraba el fin de los sanfermines a manos de una represión policial ordenada por el Virrey, que gobernaba la ciudad desde la cúpula del Monumento a los Caídos. Los hambrientos iruindarras se habían comido a los «carcamales» y el Virrey respondía prohibiendo los encierros. Las calles de X57tT estallan.

En las páginas 9, 10 y 11 de los cientos de historietas con dos grapas que traían los dibujantes en el maletero, Simónides había dibujado una carga de robots policías lanzando rayos láser contra los tendidos, que respondían con zapatillas, bocadillos y las bombas redondas con mecha típicas de los mortadelos. Se ven cuerpos de fallecidos entre el público de la plaza. Precisamente, lo que había ocurrido instantes antes en los sanfermines reales de 1978. Siete personas salieron heridas por balas de verdad en aquella plaza. Y un poco más allá moría un joven acribillado, Germán Rodríguez.

Repasando la compilación de historietas que recogía aquel tebeo de veinte duros, sorprende encontrar que Simónides no fue el único que se adelantaba a lo que ocurrió esa tarde. Otra autora, Alicia Osés, en el que parece ser su primer y único cómic, dibujó a los gigantes con una pancarta en favor de la amnistía junto con otros miembros de la Comparsa. Al fondo de la imagen de Osés aparecen unos tanques, y un zaldiko afirma «me parece que hoy vamos a correr por delante». Al pasar la página, los kilikis huyen de una andanada de pelotas de goma. Y precisamente, una pancarta como aquella en uno de los tendidos sirvió como detonante para que los grises entraran en la plaza y la emprendieran a tiros.

Otro miembro de grupo GUK, Luis Garrido, incluyó otra viñetas que parece imposible que dibujara antes del 8 de julio. Se ve al gentío saliendo por el callejón, un bote de humo y una pelota de goma, mientras una mujer corre agarrada a su bebé.

Remata el libreto otro relato de ciencia-ficción, esta vez escrito, sin viñetas. Lo firma Patxi Irigoien y el protagonista es el marciano Hossbornoff, de visita en Pampelune. Uno de los fragmentos en los que está cortada la historia dice así: «Las fuerzas provocadisturbios se personan en el lugar y disparan contra la multitud sus conocidas balas mortales inofensivas. La multitud sale corriendo. Hossbornoff cae, un mozo lo recoge, y, en volandas con unos amigos lo llevan a la calle Jarauta. En la plaza consistorial quedan tendidos veintisiete cuerpos».

Además del murchantino Simonides y Garrido, completaban GUK Joaquín Resano y Pedro Osés. Sus nombres están ligados a los pintores del Grupo Pamplona. El próximo día 8, el Salón del Cómic volverá a reunir estos autores pioneros en una mesa redonda.

En aquellos años, compartían inquietudes en un estudio-taller en la Nabarreria. «Era normal que salieran tantas cargas en aquel cuaderno. Para entrar y salir del taller nos las veíamos putas. Había todos los días manifestaciones y cargas», comenta Simónides. «Aquel ambiente no era solo el de Iruñea. En muy poco tiempo sucedió lo de Montejurra, los asesinatos de los obreros de Gasteiz, Atocha... Infinidad de cosas. Los intervalos eran de meses», explica.

Los cómics se acabaron vendiendo en fiestas del resto de capitales de Hegoalde o en aquel San Fermín Txikito con el que Iruñea se desquitó de la suspensión de sus fiestas grandes. Sus amigos trataban al grupo GUK de «profetas» por aquel libreto. «¿Qué profecía de qué? Para nada esperaba yo que sucediera, pero tampoco me extrañó para nada», responde Simónides.

«Entiendo que algunos se crean eso de la transición modélica, porque se ha dicho mucho. Pero es falso. Todos los que vivieron la Transición y dicen eso mienten. Esto es así», sentencia Simónides.

Su cómic parece narrar el final de los sanfermines, pero en la última página da un giro. Después de matar a toda la plaza, el Virrey construye una legión de robots lobotomizados, todos iguales y cantando “El conejo de la Loles” para sustituir a los muertos. En eso, no acertó. «Estuvo cerca de ocurrir y es lo que querían, encuadrarnos a todos, pero es muy difícil. Algo consiguen, todos estamos un poco idiotas. Pero ahí tengo fe en la Humanidad. Siempre habrá un puto loco que le importe todo tres cojones y no se deje. Todavía hay esperanza».