Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Las distancias»

Las visitas sorpresa no suelen ser una buena idea

Da gusto comprobar la rápida evolución de una joven cineasta como Elena Trapé, y si su ópera prima “Blog” (2010), sobre la relación entre adolescencia y tecnología, respondía al perfil de una aventajada alumna de la ESCAC, con su segundo largometraje “Les distàncies” (2018) muestra la solidez narrativa de una cineasta muy hecha, lista para volar libre sin el respaldo de su madrina artística Isabel Coixet. Al margen del rotundo y merecido triunfo obtenido en el festival de Málaga, la barcelonesa actúa como confirmación viviente de la aparente paradoja de que para realizar buen cine generacional hay que haber madurado detrás de la cámara.

Hablar de la actual generación de treintañeros sin caer en las trampas de una argumentación previsible con el destino de los personajes cantado de antemano equivale a un reto de altura, que Trapé salva con holgura gracias a la sensibilidad y sutileza con que maneja las situaciones creadas entre sus únicos cinco protagonistas, a sabiendas de que lo que tiene que ocurrir va a ocurrir finalmente. Ella capta de forma magistral cuanto queda entre lineas, justo aquello que se va perdiendo por el camino, que son muchas más cosas personales que el tiempo de alejamiento o los kilómetros que separan Barcelona de Berlín. Es posible incluso que los cinco nunca fueran en realidad verdaderos amigos y amigas, que no pasaran de simples compañeros de universidad. Y, en efecto, basta con la distancia y todo cuanto conlleva para sacar a la luz el tipo de superficial relación insuficiente a la postre para mantener unido al grupo.

El desplazamiento en sí a Alemania ya marca las diferencias en el seno de esa juventud que tiene que emigrar para buscarse un futuro, que nunca es el esperado por culpa de la competitividad que conduce a la frustración permanente. Con un panorama así de inestable las visitas sorpresa solo traen consigo desencanto y malas caras.