Koldo LANDALUZE
CRÍTICA «Sieranevada»

Y Dios se presentó en los postres de la última cena

Vitriólica en sus intenciones pero ejecutada de una manera muy calculada, lo que se intuye a primera vista en “Matar a Dios” y que podría ir encaminado por los farragosos senderos del cine gamberrete o de reminiscencias frikis, no es más que un afortunado espejismo ya que en buena parte de su metraje se vislumbra la afilada mirada que el ilustre Luis Buñuel plasmó en propuestas como “El ángel exterminador”. En esta su prometedorae tarjeta de presentación, los cortometrajista Caye Casas y Albert Pintó parten de una idea que podría bordear la antología del disparate o, por el contrario, del esperpento en su version más implacable y creativa. En mitad de una noche, durante la celebración de una cena de fin de año, un desconocido llama a la puerta e una familia prototípica y tras presentarse así mismo como Dios, les advierte que tan solo dos miembros de este desorientado clan podrán sobrevivir al inminente Apocalípsis que se avecina.

Con estas cartas tan suculentas como peligrosas, el dúo de cineastas elabora una sutil tragicomedia sustentada en un cuidado encadenado de diálogos y, sobre todo, una esforzada labora coral interpetativa brindada por un reparto que siempre ha engrosado roles muy secundarios.

Mención especial en este disparate de connotaciones ateas, destaca la interpretación que lleva a cabo Itziar Castro y que tiene su gran eclosión en su monólogo-epílogo.

Lo mismo podría decirse del rol divino que encarna Emilio Gavira. Carente de pretensiones, se trata de un proyecto modesto pero ejecutado con precisión y sobre todo, sin renegar de la mala leche que debería asomar en proyectos de estas características. Ejemplo de ello es un final en el que los realizadores se niegan a pisar el freno y asumen las consecuencias de haber llevado a cabo una gamberrada sacrílega y elegante.