EDITORIALA

Desbordar a los Estados, desde Catalunya a aquí

Tras un verano plano informativamente, la jornada de ayer, primera de octubre, condensó tres noticias importantes de las que cabe sacar alguna conclusión común: la pulsión de los pueblos catalán y vasco frente a dos Estados –español y francés– que van a remolque y acusan ciertos golpes, aunque su capacidad de resistencia no pueda minusvalorarse.

Catalunya celebró en las calles y las escuelas el primer aniversario del 1-O, el día en que desbordó al Estado español con una exhibición democrática, popular y creativa que queda para la historia. Aquel referéndum creó un nuevo suelo sobre el que construir la República, aunque a día de hoy el bloqueo internacional y la represión española mantengan el muro en pie. Pero el resultado electoral de diciembre y el eco de la causa en Europa prueban que ese 1-O hizo a Catalunya más fuerte y al Estado más débil.

La ciudadanía vasca también tiene su propia victoria reciente frente a Madrid y París. Los obstáculos para hacer descarrilar el inicio de un proceso de paz han acabado desbordados por decisiones políticas acertadas de la izquierda abertzale, una novedosa e imaginativa unilateralidad, una implicación civil clave para el desarme y posterior disolución de ETA, evidentes avances por la convivencia como el reciente acto de Errenteria... Mientras Euskal Herria sigue avanzando hacia la paz total, ahora con los presos como obligada prioridad, Madrid y París van muy atrás y solo les quedan escenificaciones propagandísticas como la de sus dos jefes de gobierno ayer en Moncloa.

El tercer jalón informativo ayer fue la masiva protesta de los pensionistas vascos, que va logrando igualmente superar barreras, tanto presupuestarias como mentales. No es casual que Euskal Herria esté a la cabeza de esta lucha en el marco estatal. Ese espíritu no es diferente del que alimentó la insurrección catalana del 1-O o la rebeldía vasca de Aiete, Baiona o Kanbo. Desbordar a los Estados es posible, hace falta creérselo y trabajárselo.