Víctor ESQUIROL
VERSIÓN ORIGINAL (Y DIGITAL)

Just for the trolls

El pasado fin de semana, Sitges cerró una de las mejores ediciones que se recuerdan de su siempre imprescindible Festival Internacional de Cine Fantástico. Para celebrar su 51º aniversario, el certamen del Garraf invocó a una colección de películas e invitados realmente excepcional. Films tan estimulantes como “Under the Silver Lake”, de David Robert Mitchell, o “Climax”, de Gaspar Noé, compartieron cartel con leyendas vivas del séptimo arte, tales como Nicolas Cage, Peter Weir, Pam Grier o Ed Harris...

Y aun así, nos pasamos días enteros hablando de Ismael Prego. ¿De quién? De «Wismichu». Ah. El famoso youtuber también tuvo cabida en la –apretada– parrilla de Sitges, y como era de esperar, por poco no hizo estallar el cine donde se proyectó la película escrita, dirigida y protagonizada por él mismo.

“Bocadillo”, que así se titula, causó una auténtica rebelión en el teatro Retiro, y estuvo en lo más alto de los «trending topics» de las redes sociales. ¿Qué pasó? Básicamente, que un gag de apenas 30 segundos, se alargó hasta los 45 minutos de metraje. Un chico vegetariano entra en un bar y pide un bocadillo vegetal, pero no puede conseguirlo, ya que el camarero se empeña en añadir pollo o atún al encargo. El primero intenta corregir al segundo, pero no hay arreglo posible. La situación, mínima y absurda donde las haya, parece alargarse ad eternum en un bucle diseñado para desesperar primero a la audiencia de Sitges, y después a toda aquella que disponga de ordenador, smartphone o tablet.

Tanto en Filmin como en el canal de YouTube del auto-proclamado como «mejor directroll de España», podemos disfrutar (es un decir) de esta obra que, nos guste o no, está marcando tendencia, y que desde luego es producto híper-ilustrativo de los tiempos que nos ha tocado sufrir. Al fin y al cabo, lo que hace “Bocadillo” es convertir los «lols» millennials (auténtica filosofía de vida generacional) en comidilla para los «trolls».

Cabría catalogar dicha transición de justicia poética: parte del público que encumbró las bromas pesadas de un pesado, se convirtió en la enésima víctima de una de esas pesadeces. Mientras, sigue creciendo la lista de películas que componen el universo del Cine en Descomposición. La imposibilidad de un bocadillo vegetal como invitación a una visión nihilista no solo del séptimo arte, sino directamente del mundo entero. Mientras no llega el maldito sandwich, los cuatro personajes en escena intercambian posiciones, líneas de diálogo y, por supuesto, roles.

El desconcierto es absoluto. A un lado y al otro de la pantalla. Dentro y fuera de Sitges. Atención: uno de los eventos que marcó este festival se descubrió como una «trolleada», y esta como una historia que aún no ha llegado al punto final. Con el paso de las horas hemos aprendido que Carlo Padial, cineasta experto en provocar a través de nuevas formas de expresión, está metido en un proyecto que parece que en realidad va a tratar sobre las reacciones de un público que todavía no sabe cómo encajar el golpe. Gloria al troll; a esos guiones que se salen del guion pactado. A esa frustración que nos retrata.