Álvaro Cía
ConsumoConCausa.org
GAURKOA

La otra cara de Ikea

La inminente apertura de una gran tienda de Ikea en Iruñea sirve al autor para ir desgranando las malas prácticas de esta multinacional sueca que van desde la estructura de propiedad de la multinacional hasta sus prácticas productivas en países del Tercer Mundo. Sin olvidar el impacto que tiene el modelo de negocio en nuestro entorno.

Recientemente nos ha llegado la noticia del acondicionamiento de un solar para la ONG Ikea en Pamplona –¿ONG? se preguntarán...– Pues sí, eso parece. Cuando las grandes trasnacionales ya han colonizado en la ciudad el espacio de la alimentación, de la ropa y el calzado, del deporte y el bricolaje, nos faltaba que reventaran el mercado del mueble y la decoración. Abramos las puertas al gigante del norte. La familia Kamprad, fundadores de Ikea, estarán ufanos, cómodamente sentados en sus butacas Poang en Suiza, paraíso fiscal al que se trasladaron hace ya muchos años para no tener que pagar impuestos del ingente capital que acumulaban. A ver si van a tener que contribuir a sufragar los gastos de educación, sanidad u otros servicios públicos. Para eso estamos la ciudadanía de a pie que, por añadidura, acudiremos felices a consumir sus bellos y económicos productos.

Pero claro, al igual que sucede con la ropa o la comida, lo barato tiene un precio que no es económico, sino que tiene que ver con la explotación de personas y recursos en países del lejano Sur. Pero para acallar voces críticas o, quién sabe, tal vez por un altruismo esquizofrénico, tienen sus propios proyectos de cooperación que publicitan vistosamente en su revista y desarrollan a través de su Fundación. Sale barato colocar la imagen de una niña africana feliz, aportas un 0,44% de tus ingresos y tu imagen de empresa socialmente responsable se multiplica por 1000, da igual lo que hagas en los intramuros.

Pero ¿para que tener una fundación si Ikea en sí misma ya es una ONG? Pues sí, por sorprendente que parezca. Ikea está controlada por Ingka Holding, el cual es dirigido a su vez por una fundación benéfica sin ánimo de lucro y, claro está, con una reducida carga fiscal. De ella se extienden como telas de araña otras corporaciones situadas en las Antillas Neerlandesas o en Linchestein, por ejemplo.

Sigamos con algunos datos fiscales de sus finanzas: mientras en 2017 colaboraba con ONG internacionales aportando, según declaran 158,7 millones de euros (un nada desdeñable 0,44% de sus beneficios), el partido de los Verdes les denunciaba en la Eurocámara por la evasión de 1.000 millones de euros en ingresos fiscales solo en Europa. El activista pakistaní Ehsan Ullah Khan, presidente del Frente para la Liberación del Trabajo Forzado en Pakistán, recomienda encarecidamente: «No compren en empresas como Ikea, con el dinero que les entregan, ellos compran 5 esclavos más en mi país». Ullah Khan vive exiliado en Suecia, tras varios intentos de asesinato y pasar por prisión, debido a su lucha por la liberación de niños esclavos. También el niño Iqbal Masih después de años esclavizado cosiendo alfombras que se vendían en Ikea, consiguió huir a los 10 años convirtiéndose en símbolo de la lucha contra la explotación infantil. Desgraciadamente murió asesinado a los 12 años. Enfrentarse al poder tiene un coste muy alto. Oxfam Internacional, desde Bélgica, ya denunció en su día a la multinacional, con el libro titulado “Ikea, un modèle à démonter”.

Por otro lado, nos contarán los ya manidos discursos de la creación de empleo, aunque algunos estudios nos dicen que por cada empleo creado en una gran superficie se destruyen de 1,5 a 3 puestos de trabajo en el pequeño o mediano comercio. Nuevos empleos que, en gran medida, son temporales, con escasos indefinidos que no completan ni media jornada de trabajo y que normalmente solo sirven a jóvenes que compatibilizan estudios y trabajo y no han logrado emanciparse. Como denunciaba el sindicato LAB en Ikea Barakaldo: «Existen tasas de eventualidad por encima del 30%, un 44% de la plantilla trabajando menos de 20 horas semanales con salarios por debajo de los 600 euros y la empresa ha sido sancionada por impedir el acceso a asesores sindicales».

Las asociaciones de comerciantes del centro de Pamplona también han denunciado que «las grandes superficies en Navarra aumentan un 9% en comparación con las del resto del Estado». Las normativas municipales permiten acotar el tamaño de los centros comerciales como medida de protección para el empleo digno y de calidad, así como para favorecer un consumo responsable e impedir la vulneración de derechos humanos pero, por el momento, así están las cosas. Esto es lo que nos viene, Ikea, la república independiente del capitalismo, más neoliberal, sin impuestos, sin escrúpulos, pero, eso sí, con amplios beneficios en paraísos fiscales y mucho carisma, próximamente en nuestra ciudad.