César Manzanos
Doctor en sociología
JO PUNTUA

Eusko Label

Es cierto que hemos cruzado los cielos y los océanos buscando otras vidas, viejos sentidos, nuevas revoluciones. Somos un pueblo nómada, viajero y a la vez sedentario, posiblemente uno de los más antiguos del mundo y, sin embargo, estamos colonizados y secuestrados por nuestro propio etnocentrismo. Somos rehenes de una enfermiza autocomplacencia que hoy disfraza la brutal renuncia a nuestras raíces precristianas, a nuestras luchas intestinas por una identidad propia, por una sociedad libre del devorador capitalismo. Estamos siendo dulcemente devorados por la dominación por un partido hegemónico manejado por sasiilustrados que cada vez va consiguiendo, con el beneplácito de una mayoría acomodada y, con el consentimiento sumiso del resto, gobernar las instituciones y, a través de ellas, gobernar nuestras mentes y nuestra posibilidad de ser, mediante la inculcación de la moral victoriana, puritana y burguesa teñida de una falsa tolerancia.

Nos estamos condenando a aspirar tan solo a perpetuarnos, gelatinizados en una aparente existencia. Nos vamos convirtiendo en un pueblo escaparate que vende el folclore posmodernizado y la gastronomía de lujo convirtiendo nuestra sociedad en un burdo espectáculo para venderlo al mejor postor, al turista ocasional o de élite. Los de casa desertizaron los montes, agotaron las materias primas como el hierro, se comieron las rocas para convertirlas en cemento, se lucraron de la industria maderera, del holding de las cementeras y con la fabricación de armas para alimentar las guerras y el genocidio provocado por la razón imperial. Y hoy, quienes transforman nuestra riqueza en dinero, lo destinan aquí para atraer el negocio del turismo «civilizado» que sobre todo vive en base a la explotación de esos inmigrantes que satanizamos y necesitamos como mano de obra barata para aumentar sus tasas de ganancia. Y fuera de aquí, lo invierten para colaborar con el control de la economía y fabricar miseria con el fin de seguir amasando sus fortunas y aumentando los beneficios de la banca, de seguir alimentando al monstruo que nos devora mientras miramos para otro lado y seguimos jactándonos con nuestra retórica fanfarrona de ser un pueblo diferente. ¿Diferente en qué?