Creo que Spike Lee ha sido muy consciente de estar haciendo una película coyuntural, que le venía bien para aprovechar su oportunidad, después de un montón de títulos inéditos, muchos de ellos sin distribución comercial dentro y fuera de los EEUU. No en vano ha resultado ser el proyecto más taquillero de toda su filmografía, bendecido además por el festival de Cannes, que le otorgó el Gran Premio del Jurado. Y es que se puede decir que dentro de “BlacKkKlansman” hay dos películas, y a mí una me ha encantado, pero la otra no tanto. La que premió Cannes es la que menos me gusta, y la que el gran público ha aplaudido es la que me divierte y me conecta con el humor afroamericano del autor de “Bamboozled” (2000).

“BlacKkKlansman” funciona a la perfección como ingeniosa y sorprendente buddy movie, como comedia policial con una pareja interracial brillante, la que forman el hijo de Denzel Washington, John David, y Adam Driver. También acierta de pleno en su homenaje al cine blaxploitation de los años 70, con referencias a “Superfly”, “Shaft”, “Cleopatra Jones” y demás. Es decir que en cuanto producto para el público afro, con su impecable banda sonora de música soul, es un disfrute. Pero no es una obra maestra o una realización redonda, debido a que la comicidad no encaja bien con la solemnidad del mensaje político sobre el conflicto con el poder blanco, por más premios que le pueda granjear.

La introducción y el epílogo, al igual que los discursos por ambos bandos opuestos de Alec Baldwin y Henry Belafonte, sobran de puro redundantes. A lo largo de la reconstrucción del caso verídico con tintes surrealistas del policia negro Ron Stallworth que se infiltró en el Ku Klux Klan, hay suficientes diálogos que dejan bien clara la conexión ideológica entre los hechos de principios de los años 70 y las actuales soflamas del presidente Trump, sin necesidad de subrayarlo al final.