Raimundo Fitero
DE REOJO

Campanadas

No es muy pertinente preguntarse por quién doblaban las campanas en Altsasu el pasado domingo. Pero sí podemos asegurar que sonaban a campanasdas a vida, a libertad, a lucha contra la ola retrógrada, provocativa, con evidentes signos de facherío dominguero. Albert Rivera es un pobre vendedor de odios que no alcanzará nunca una relevancia política suficiente como llegar a liderar una involución total. Sus pequeñas demagogias, sus mítines neo falangistas, son consentidos por quienes le empujan a demostrarse más inservible de lo que realmente es. Es angustioso ver la lucha entre Zape Rivera y Zipi Casado por la banalidad y la insignificancia política. 

Quizás de lo sucedido y contado por la prensa golpista, la de verdad, la que lleva en sus entrañas el fascismo engendrado en su no renuncia al franquismo con el que se comieron los primeros biberones, es que todo fue una patraña, un montaje mediático para ganarse unos minutos de televisión, alguna página y convertirse una vez más, en material de incitación al chiste fácil y las risas frías en las redes. Decir que fueron apedreados, es como un salto al vacío de la mentira trumpista. Uno de los suyos decía que no se vieron las piedras, pero se escucharon. Eran piedras silbadoras que estaban por encima de las campanadas. 

Ver los personajes sentados en la primera fila de este acto es suficiente como para entender la desesperación política, la descarada utilización de la mentira policial, judicial, para hacer un monumento al desequilibrio mental, la aniquilación de todo vestigio de salvación. Estos tipos son un peligro real, palpable para la convivencia. Y juegan hasta con la Guardia Civil. Espero el tuit de la benemérita defendiéndose de tan asquerosos manipuladores. Hubiera sido muy productiva una acción antidroga in situ.