Irati Jimenez
Escritora
JO PUNTUA

Una victoria escandinava

Aveces solo nos queda admirarnos por la precisa caligrafía del universo. El lunes, sabiendo que a mi tía Agur le quedaban pocas horas de vida, hablé con ella de Mundaka y de ese momento en el que la pleamar hace desaparecer la playa y la masa de agua se traga las montañas. «Como en un fiordo», dijo, y la conversación derivó en Noruega y en lo mucho que le gustó viajar a un país «con policías sin pistola», en el que solo tres escalones separaban el Palacio Real de su pueblo y todos los servicios públicos, incluida la luz o la universidad, eran gratuitos. Ambas recordábamos un tiempo en el que las sociedades escandinavas eran la brújula de sensatez que agitaba la socialdemocracia española frente a la fiebre utópica de quienes pretendían ser bolcheviques, separatistas o todo a la vez.

Aquel tiempo pasó. Ahora se habla tan poco de estos países que cualquiera diría que su modelo ha fracasado y preferimos no sacar el tema para que no pasen sus largas noches de luz sumidos en la vergüenza histórica. La misma que debería sentir la izquierda española al recordar cuál era su utopía y ver que mientras a la subdemocracia que tenemos le supuran los dientes de corrupción y la pobreza moral se torna franquista, aquellos templados que ahora parecen revolucionarios encabezan los índices mundiales de bienestar y transparencia.

Mi tía trabajó décadas en el hospital de Basurto y todavía se enfadaba el lunes, con las fuerzas que le quedaban, al hablar de las condiciones laborales de las enfermeras en Osakidetza. Al volver a casa tras su funeral, el viernes, me dieron a firmar en la parada del autobús una petición a favor de una ley que establezca un ratio mínimo de enfermeras y enfermeros por cada mil pacientes que nos haga pasar del 7,1 de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa –y el lamentable 5,3 español– al 14,7 de Finlandia o al 16,9 de Dinamarca.

Ojalá. A mi tía le hubiera parecido demasiado un funeral vikingo, pero desde luego le habría gustado vernos avanzar en el largo fiordo de la vida marcando a cada paso alguna victoria escandinava.