Jon Odriozola
Periodista
JO PUNTUA

Iruña-Veleia

Leyendo el libro recién horneado de Juan Martin Elexpuru, “¿Qué está pasando con Iruña-Veleia?” (Pamiela), debo confesar, primero, que no seguí la polémica suscitada y, segundo, ya leído el libro-informe, me vino a la memoria el caso, hoy olvidado, llamado “El hombre de Piltdown”, un fraude «científico» que pretendía haber dado con el buscadísimo eslabón perdido entre el mono y el hombre. Sucedió que en 1908 unos canteranos encontraron «casualmente» unos huesos prehistóricos que se presentaron –un cráneo humano con quijada de un orangután, en realidad– en la Sociedad Geológica de Londres en 1912. Hasta 1920 nadie dudó de su autenticidad hasta que en 1949 se hizo la prueba del flúor que informa que los huesos absorben flúor en función del tiempo que hayan permanecido enterrados. Cuanta más cantidad de flúor presente un hueso, más antiguo es. Los restos de Piltdown contenían cantidades mínimas de flúor. En 1953 se desmontó el tinglado, pero nunca terminó por saberse su autoría.

He dicho que me he acordado de este caso, no que lo compare ni lo connote, ni muchísimo menos asocie, con Iruña-Veleia. No hablamos de «cromagnones» franceses ni «neandertales» alemanes (de ahí que los británicos necesitaran un «homo» antediluviano que no tenían, puro chovinismo, y apareciera el Hombre de Piltdown), sino de unas piedras, unos grafitos, con inscripciones en euskara de la época romana cuya autenticidad se discute. Elexpuru –la bonhomía andante y dechado de honestidad con su nietzscheano mostacho– asegura estar convencido de su autenticidad (lo que malograría la teoría de la tardía euskaldunización de Álava, le importa recalcar), aunque, añade, «convencimiento no significa verdad». Es decir, no escribe desde un púlpito ni un ambón apostrofando jupiterinamente sino ofreciendo un primoroso relato de los acontecimientos sin escamotear su perplejidad con personas físicas, jurídicas y mass media.

Acaba concluyendo que «cada cual tiene sus intereses y a todos les viene bien que sean falsos» (los grafitos), para rogar solo arqueometría y excavaciones controladas.

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