Ixai BARRENETXEA
BILBO
Elkarrizketa
IñAKI «UOHO» ANTÓN
GUITARRA, COMPOSICIÓN... DE INCONSCIENTES

«No me atrevo a llamar trabajo a esto, trabajar no puede ser tan divertido»

«No somos viento» es esencia rockera sin enrocarse. Su sonido y estilo fluye libre, ardiente y sin más compromiso que la coherencia de muchos años de devoción por la música. Agita sus greñas al aire mientras cada instrumento se reivindica. »No somos viento» es el tercer disparo de los bizkaitarras Inconscientes, quienes mañana lo presentan en la sala Azkena de Bilbo a partir de las 21.00.

No queda más remedio que admitir que con el nuevo siglo comenzó el declive popular del rock, por muchas excelentes propuestas que crucen todas las calles del mundo. Inconscientes, como rockeros, son parte de quienes frenan el declive de las guitarras, por lo que el quinteto aporta una meritoria propuesta por actitud junto con el compromiso con un viejo estilo que continúa siendo básico, noble, elástico y pasional.

Inconscientes nace tras uno de los “descansos” de Extremoduro en 2006. Iñaki «Uoho» Antón, guitarra de la banda de Robe Iniesta y ex-Platero y Tú, decide poner en marcha una banda que complete los espacios y surge La Inconsciencia de Uoho.

En febrero de 2007 aparece el álbum homónimo, pero meses después la banda señala que pasa a llamarse Inconscientes, posiblemente para engarzar mejor a todas las fuerzas frente a un liderazgo. Y como tal fichan nueve años después para el emergente y dinámico sello navarro El Dromedario Records, quien les publica a finales de 2016 “Quimeras y otras realidades”.

Esta vez, sin tanta demora, en mayo de este año se lanza “No somos viento”, canción que abre el disco con acordes y sonidos que recuerdan a los veteranos AC/DC sobre una letra con cierto aire de desesperación que cada oyente lo puede llevar a cualquier faceta de la vida: “No somos viento; moriremos aquí. Es un buen momento, no hay por dónde salir (...) Es importante no ser un desliz, afuera nadie espera al que nada esperó”.

Por contra, la esperanza, la ilusión y el amor, cierran disco: “Después de tanto tiempo..., después de retorcer mi vida entre otras vidas y mi mundo al revés, llegas, con tu luz, pintando de color las páginas y dándole sentido a cada nuevo amanecer”.

Pero antes de llegar a “Entre otras vidas”, una de las composiciones más íntimas y afortunadas de la banda, una de esas canciones que quizá generen dudas en el repertorio, se ha pasado por “Lloverá”, con la participación de Fito Cabrales, “Con mis pies”, al lado de Carlos Tarque, y “En el pulmón”, con otra de las voces más pintadas del rock: Kutxi Romero. Al respecto de cada uno de ellos Antón escribe con fino estilo: «Que no se me olvide escribir que Fito vino, nos cantó una canción y nos alegró la noche. Que fue emocionante volver a estar en el estudio con él y que momentos como este son los que hacen que merezca la pena tanto trabajo».

«Carlos Tarque también nos regaló una dosis de talento, que hemos dejado pendiente de celebrar como se merece porque primero había que acabar el disco y no queríamos dejarlo ni un día ni tener resaca al siguiente. Ahora, ya, sí queremos.

Sobre Kutxi –quién no lo estima a bocanadas–, explica Antón que tendrá que estar más espabilado para explicar su relación con él sobre los días de pulido de textos y convivencia: «Kutxi se pasó dos meses de su vida conmigo, un buen rato cada mañana, un buen rato cada tarde y un buen rato cada noche; también sin domingo, fiestas de guardar ni hostias. Cada día pulimos nuestros textos, escribió lo que le dio la gana entre ellos (en ocasiones no quedaron casi palabras del original), los estudiamos, los repasamos, los corregimos, los adiestramos... Dos meses increíbles en los que he disfrutado como nunca. No me atrevo a llamar trabajo a esto, trabajar no puede ser tan divertido». Kutxi volvería poco después a la casa de Iñaki, su semiestudio, para interpretar “En el pulmón”.

Iñaki Antón, José Ignacio Cantera, Miguel Colino, Aiert Erkoreka y Jon Calvo son músicos veteranos e instruidos. Los cinco han completado un álbum serio y divertido, con peso en las guitarras, pero también en los teclados. Late el rock, a veces con buenas dosis de blues rock de extrema intensidad, como es el caso de “En el pulmón”, que recuerda las hechuras de los veteranos Deep Purple, como la gloriosa entrada de teclados de “Ruge la roca”, que gira también dentro de una taza de café nocturno con sabor a blues melódico. «Es cojonudo para nuestra música poder traer a las canciones ese órgano sucio, negro, setentero... Nos da un color adicional que ya es marca de Inconscientes y nos ayuda a dar un poco de descanso a los solos de guitarra. Poder recrear ambientes del estilo de Steppenwolf, de Deep Purple, de Boston o de negro blues, llevándolos a nuestro terreno, nos ayuda a disfrutar».

Los estribillos de “Alaridos” vuelven a ser heavy-blues ácido muy setentero. Sin embargo, el estribillo es del tipo AOR de máxima eficacia y transparencia.

“El avispero” es plateriana, de grandes ventanales. Sin embargo Fito Cabrales es voz en “Lloverá”, también con cierta impronta Platero y Tú, pero de extraña elección para el residente en Gernika. «Es la canción ‘diferente’ del disco. Fito la eligió, la cantó y contribuyó a su crecimiento».

Por favor, un poco de boogie, como en los viejos tiempos, cuando aún se crecía, y ahí está “Con mis pies”, extrovertida y generosa estilísticamente con su tramo central. “Todas las calles tienen tu nombre” puede ser una de las menos clasificable, pero suena rockera hasta en silencio.

El álbum se despide con una composición que entra por los pelos en el disco, pero de la que nunca se va a arrepentir nadie. Una balada tratada con delicado mimo, desde la base a los arreglos y letra: “Fui un gato negro en la ciudad, flirteando con la muerte. Escondía en cada manga un as repartiendo mala suerte. Por ti, lo sé, me puedo volver loco. Desnúdame... mirándome a los ojos. Huyendo de ti, a ti regrese, detrás del hollín del último tren”. Soberbia composición por música y texto.

Un todo que ha llevado seis meses de composición y cinco de grabación, tal y como se cuidaban los discos hace muchos años. «Sí, así se hacían los discos de rock hace años y así es como nos apetecía afrontar este. La frontera entre composición y grabación, propiamente dicha, es difusa en este caso. Una vez que los temas estaban estructurados, nos pusimos a grabar, pero con un buen espacio para continuar la creación en el mismo estudio. Utilizando tiempo, como en los setenta, cuando había grandes presupuestos para estar largos periodos grabando e inventando simultáneamente; ahora nos tenemos que conformar con estudios más pequeños, pero los tenemos en casa, y eso supone disponer de tiempo: el bien más preciado». «Cada canción en la que me meto me absorbe completamente sea mientras trabajo, como tomo algo o duermo. Así hasta que paso a la siguiente. Nunca he necesitado planteármelo como un reto: con las canciones, me obsesiono solo, de forma espontánea. Las veinticuatro horas de cada día».

Neosinfónico-progresivo, blues-rock, hard-rock..., todo el encanto de los setenta viviendo con poder y plenitud en “No somos viento”: «En este grupo creo que nadie siente la necesidad de ser actual, moderno, o como queramos llamarlo. Vivimos el rock, sin épocas, y procuramos mamar de buenos discos y grupos. De buena música, sea de cuando sea. En mi opinión, el rock y el blues de los últimos sesenta, setenta e incluso ochenta, contiene el 90% de los grandes discos. No sé bien por qué, pero quizá sea porque los músicos lo vivían y tocaban todo el día en vez de plasmar las ideas rápidamente en un disco duro y jugar a productores. Y sí, es cierto. Cada vez que rebusco algo para escuchar entre mis discos o en Spotify, suelo acabar en los setenta. Tampoco sé por qué, pero creo que se hizo el rock más orgánico, filosófico y con más vida. El más auténtico».

La apariencia puede parecer básica (no simple), pero hay muchos arreglos y colores entre el compacto o lo surcos de la versión en vinilo. «Hemos procurado hacer un disco con estructuras fáciles de asimilar, pero con bastantes secretos y trabajo dentro de esos andamiajes. Pretendíamos que hubiera que escucharlo bastantes veces para conocerlo, con alguna excepción. Creo que nuestro deber es ofrecer calidad, siempre dentro de nuestras posibilidades, claro, y que el oyente la merece».

Comenta Antón que la guitarra es una gran paleta en la que puedes depositar el número de colores que quieras o que puedas. «Me aburriría pintando siempre en el mismo color, por mucho que me guste ese tono. Hay que atreverse a explorar otros caminos, o remontar afluentes, aunque no dejemos por ello de seguir el curso del mismo río». Esto nos recuerda su viejo cariño por Status Quo, pero también que hay que estimarles desde la distancia y, si se quiere y puede, progresar: «Es imposible no tenerles cariño. Está claro que no nos podemos alimentar solo de ellos, porque tendríamos carencias ‘nutricionales’, pero son un plato muy sabroso, por mucho que sea relativamente sencillo de cocinar».

Para Inconscientes, la función en sus vidas es disfrutar sin complejos del rock. «Transmisión instantánea. No pensar en su alcance. Cincelar por instinto. Rock». Se ensaya en casa de Iñaki en Sopela. «Allí también hemos grabado todo el disco a excepción de las baterías, que se registraron en MuxikOn [Mungia]. Mi casa es un local de ensayo, un lugar donde escuchar música, una sala de composición y trabajo y un semiestudio. Sí, un manicomio».