Mikel INSAUSTI
UNA LUZ EN LA OSCURIDAD

Tercera entrega de una saga cristiana que pone el énfasis en la educación

La franquicia “Dios no ha muerto” es un proyecto de la productora de cine cristiano Pure Flix, con el que ha conseguido recaudar una nada despreciable cantidad superior a los ochenta millones de dólares, partiendo de una mínima inversión, que suele ser lo habitual en las partidas que los lobbys cristianos de los EEUU dedican a sus películas propagandísticas. Lo cierto es que los ingresos en taquillas han ido de más a menos, comparando los 64 millones obtenidos por la primera entrega frente a los escasos cinco de esta tercera.

El denominador común de la saga es la defensa a ultranza de la educación religiosa frente a la laica. El primer “God’s Not Dead” (2014) planteaba el debate entre un estudiante creyente y un profesor de filosofía agnóstico, del que por supuesto salía como claro vencedor el primero. “God’s Not Dead 2” (2016) estaba consagrada a glorificar la batalla de una maestra por mantener los símbolos religiosos en las aulas. Y “Una luz en la oscuridad” (2018) versa sobre el drama de un reverendo que pierde su iglesia en un incendio provocado, debido a que se halla ubicada en el suelo de una universidad pública que se niega a recuperar el edificio sagrado.

El descenso de espectadores por parte de “Una luz en la oscuridad” puede que sea ilustrativo de la pérdida de popularidad de Trump, ya que la película había sido planteada a modo de bandera de los evangelistas que apoyan al actual presidente. La manipulación lleva a presentar el progreso laico y social como un peligro para la mentalidad conservadora y eclesiástica. La paranoia es tal que se compara a los nuevos cristianos con los que sufrían persecución en las catacumbas de la antigua Roma. En lugar de los emperadores, los que acosan a la población creyente son las autoridades universitarias, empeñadas en desterrar la formación evangélica de los campus donde se han perdido las buenas costumbres.