Iñaki ZARATIEGI
Elkarrizketa
KAKI ARKARAZO
MÚSICO Y PRODUCTOR

«‘Borreroak’ fue el disco más potente y con mejor sonido de Negu Gorriak»

En 2018 se ha celebrado un cuarto de siglo de vida del influyente disco «Borreroak baditu milaka aurpegi», del grupo Negu Gorriak, y la casa Elkar lo ha reeditado en vinilo. Kaki Arkarazo fue guitarra y productor de aquel determinante momento del rock euskaldun y nos habla de tiempos musicales pasados y presentes.

Tras deambular por cuestas forestales se arriba al recuperado caserío que alberga los amplios y modernos Garate Studios, abiertos en 2000 en el barrio Sorabilla de Andoain y que en la lluviosa noche parecen un paquebote en pleno monte. Nos recibe cordial su responsable Iñaki “Kaki” Arkarazo (Lazkao, 1961), que acumula una amplia lista de producciones realizadas en plena naturaleza. Por aquí han pasado Amparo Sánchez, Anari, Banda Bassotti, Barricada, Berri Txarrak, Celtas Cortos, Kepa Junkera, Madredeus, Fermin Muguruza, La Oreja de Van Gogh, Pedro Guerra, Ken Zazpi o Pirritx, Porrotx eta Mari Motots. Aunque con Kaki queremos hablar sobre todo de los tiempos de Negu Gorriak.

Se han celebrado 25 años de «Borreroak baditu milaka aurpegi». La revista «Rockdelux» lo proclamó álbum del año. ¿Fue el mejor disco de Negu Gorriak?

A mí me gusta más “Gure jarrera” que “Borreroak” como disco conceptual de Negu: una declaración de intenciones en lo artístico y en las letras. Empieza a sonar y no se calla hasta el final, siempre hay algún hilo conductor. Era un concepto mío: empecé a meter mogollón de samplers. Y eso que el master se hizo en cinta, no se podía copiar y pegar con ordenador como hoy.

Pero «Borreroak» era más denso, plural, caleidoscópico.

En ese sentido sí es el discazo, la biblia de NG. Fue como una euforia y es variado porque le dimos a todo, desde salsa o funk a música experimental. Para muchos es el mejor porque picaba de todo, era diferente y tenía temazos.

Negu había pasado a ser más grupo, más banda.

Empezó nuestra química de banda porque entró de batería Mikel “Pintza” Abrego. Tocó en la mitad del disco y el resto seguían siendo samplers, baterías programadas… Realizamos la gira europea y el concierto en la Casilla de Bilbo y tuvimos la sensación de ser un bandón. Porque el primer disco se hizo sin intención de dar conciertos y el estreno ante la cárcel de Herrera de la Mancha fueron 20 minutos con un radiocasete sonando. Tras la gira estaba claro que podíamos darle a todo y entramos a grabar “Borreroak”, que fue en consecuencia el disco más potente, completo y con mejor sonido como banda.

 

Agrupó como quinteto un inusual cruce de influencias: Kortatu, M-ak, Bap!, Anestesia.

Por eso lo de caleidoscópico, pero abigarrado e incluso batiburrillo. Teníamos mogollón de influencias e hicimos lo que nos dio la gana. Una marcianada como “JFK”. “Kolore bizia”, con entrada de swing y convertido en ska. “Euskaldunok eta zientzia” que hubiera sonado marciano hasta en M-ak. Íbamos del hardcore cañero de “Bi doberman beltz” a la salsa de “Chaquito”. Hicimos además 70 minutos de disco en solo un mes, la vuelta al mundo en 80 días.

Kortatu había evolucionado velozmente.

Kortatu se acabó porque su origen y formato eran ya como una faja de contención, un corsé. Eran como los Clash euskaldunes y habían creado una legión de seguidores que les exigía seguir con esa lógica. Yo produje “Kolpez kolpe”, en el que ya hacíamos un poco de todo y se metía hasta soul (“Denboraren menpe”), la versión de “Ehun ginen” de M-ak con Mikel Laboa, “AEKko beteranoak” que era casi Beastie Boys… Empecé a tocar la guitarra con ellos y la gente nos pedía “Sarri Sarri”, pero ya no la tocaban, necesitaban renegar de aquella primera explosión casi adolescente. Habían pasado solo cuatro años y Fermin e Iñigo iban lanzados, sí.

Los Negu eran más que un grupo: una especie de núcleo de agitprop de rock superpolitizado.

No lo creo. Hubo mogollón de políticos que quisieron aprovecharse de la legión de gente que nos seguía y tuvimos hasta broncas a pie de escenario con mitineros que querían subir. Sí que hubo un fuerte movimiento de autogestión y en cada sitio donde actuaba la juventud local expresaba sus reivindicaciones. Ahí estaban las NG Brigadak con fanzines que no hablaban del grupo sino de sus propios problemas en Zurich, Buenos Aires, Berlín… Éramos el catalizador o la excusa. Hacíamos agitprop del sello discográfico, de nuestra actitud organizativa. Recuerdo ir a Sudamérica y la primera pregunta fue sobre nuestro ideario político. Éramos músicos, no políticos. Podíamos hablar de feminismo (“Itxoiten”), del estrés laboral (“Bost gehiago”) o de las mil caras de los verdugos, pero no llevábamos un manifiesto político. Y hasta en “Ustelkeria”, que casi nos mandó a la cárcel, comentábamos un “Interviú” que relacionaba a Galindo con el narcotráfico y pedíamos la legalización de las drogas, ¿eso era política?

Salíamos fuera, teníamos un éxito de miles de personas, hubo cierta envidia y se escribió que hacíamos mucha política, que era mucho mitin. Pero sabíamos que si nos llamaban de fuera era porque les gustaba nuestra música.

 

Eran los años 90 y se dio una oleada internacional de rock radicalizado.

Indudablemente. Ya veníamos de finales de los 80 con Public Enemy y todo el rap. Lo tuvimos a huevo. Es como el que dice «ojalá hubiera nacido en los 50 en Tennessee o en los 60 en Los Ángeles». Yo les digo a mis hijos, que son músicos [Luken –Odolaren Mintzoa–, Martxel –Can’t Explain, Rukula–], que ojalá hubieran nacido en los 80. El momento y la situación influyeron mucho.

La época del llamado Rock Radical Vasco fue una explosión contracultural (gaztetxes, radios libres, fanzines, festivales…). Treinta años después, ¿qué poso resta de aquel tsunami?

Todo ha cambiado y nada tiene que ver hoy con aquello, particularmente teniendo internet y todo ese mundo. Pero en contraste o a diferencia de lo que ocurre en general en el resto del Estado aquí se nota ese poso de autogestión y organización. La gente creó y aprendió mucho y eso queda, hay una trasmisión y los jóvenes lo conocen. Lo veo en el ambiente de mis hijos, cómo trabajan, con las redes de por medio, organizando conciertos en la iglesia de Aginaga, en Usurbil, en las fiestas de no sé qué, en la casa de cultura… Es un rollo de cuadrillas, de jóvenes de cada sitio. La actividad musical es tremenda, la gente que viene de fuera es lo primero que te dice: aquí se toca con más facilidad y sacando al menos algo para los gastos. Fuera de aquí tienes casi que pagar o perder dinero por tocar. Muchos de esos privilegios, de esos “fueros” musicales vienen de la herencia “Martxa ta Borroka”.

Y eso lo subraya un ex M-ak, grupo oficialmente disidente del Rock Radical Vasco.

Éramos de los pocos que estábamos en contra. No contra el RRV en general sino en concreto contra la campaña “Martxa ta Borroka”, manipulada por organizaciones abertzales radicales que hasta entonces habían denostado la música extranjera, decían que la música rock era el demonio. De repente, vieron el oro y el petróleo cuando Kortatu y La Polla empezaron a girar por todo el Estado. Eso nos daba un poco de rabia.

Además de manejar los botones de la consola de grabación, ¿empuña aún esa guitarra del rincón?

Aún toco, sí. Hoy mismo he grabado para la producción de Marcos Gallo, que os ha abierto la puerta. Es un cantautor de Burgos con banda. Y hace poco hice un bolo con mis hijos de versiones de Negu y M-ak en la sociedad Gerriko de Lazkao. Ya me gustaría tocar si tuviera tiempo. Cuando me jubile. Aquí mismo, con Mikel Pintza y los hijos ya tenemos banda.

Sorprende la actividad grabando discos porque parece que los estudios profesionales se usan cada vez menos.

Tuve un solo día libre en todo diciembre y estoy a morir hasta febrero: Marcos Gallo, el grupo instrumental madrileño Durango 14; Regadera, gran banda de Miranda de Ebro de rollo más ska; viene Pedro Pastor (hijo de Luis) con once personas; grabaré el directo de Travelling Brothers en el Arriaga… Pero todo ha cambiado un montón, ya no hay discográficas y el trabajo es más precario. La última producción para una discográfica fue para el sello Oso Polita que ha montado Alfonso Santiago, de la promotora Last Tour (BBK Live), que ha debutado con “Sonido forestal”, de Ignacio Garbayo, cantante de Zodiacs. Desde 2013 o así lo que se graba es a los propios grupos, no hay dinero y se hace en condiciones más precarias, trabajando el doble que antes y cobrando la mitad. Es un cambio global, pero está más agravado en la música por la desaparición de las discográficas, Internet… A las bandas les pasa igual, nosotros con M-ak cobrábamos bien y hoy grupos que se supone son mejores tocan casi a gusto sin cobrar.

2018 se ha despedido con la mala noticia de la muerte de Angelo «Sigaro» Conti, de Banda Bassotti, colegas de Negu Gorriak y que han grabado aquí varios discos.

Mira que era un tipo fuerte, venía de la construcción. Pero abusó del alcohol. Desde enero no iba de gira y en primavera le diagnosticaron nivel 7 de cáncer, no le dieron ni quimio. Acababa de grabar con él un fin de semana antes. Me llamó el manager y fui en avión. Le pedí a Javi Pez un grabador portátil por si teníamos que ir a su casa, pero grabamos bien un par de canciones en estudio. Son bonitas, están sin mezclar, no sé qué haremos con ellas. Mi hijo Luken tocó por primera vez en público con ellos, con 14 años, y Sigaro le regaló su guitarra. Era como su ahijado; tiene una colección de camisetas del grupo que le he ido trayendo. Bassotti siguen con dos cantantes, sacan un recopilatorio y están ya contratados para el festival japonés Fuji Rock. Iré con ellos de técnico. La vida sigue.