Irati Jimenez
Escritora
JO PUNTUA

El imperio contrataca

Me encantan las historias navales. Probablemente la culpa la tengan las películas, sobre todo las de piratas y particularmente “El capitán Blood”. Gran parte de mi interés por los barcos bonitos, los corsarios y las guerras en la mar son culpa de Errol Flynn. O sea, que si he descubierto un tesoro escondido de imperialismo español en uno de los rincones más psicotropicales de internet es, en parte, gracias a él.

En realidad, no sé si debería hablar de ello porque cada click que hacemos por el placer de odiar es un click que el odiado utiliza para mantener su negocio y es mucho mejor no alimentar a las bestias que nos suelen devorar, pero si no lo cuento reviento. ¿De qué estoy hablando? De la sección de Historia del “ABC”, un periódico sevillano con grapa en medio que solía ser escandalosamente de derechas hasta que la pinochetización del kiosko español lo volvió conservador y hasta afrancesado, y que demuestra en sus artículos sobre el imperio español que quien tuvo, retuvo. Complejos nacionales, nostalgia imperial, nacionalcatolicismo traumatizado, revisionismo anticientífico… en sus artículos se puede encontrar de todo. Lo mismo defienden que el español fue un «imperio positivo», que te enteras de que no hubo genocidio en América porque todo fue culpa del «catarro nasal» o lees sobre cómo los mamelucos desangraron al «heroico pueblo español».

Convencidos de que «la leyenda negra» (versión castiza de «la andereño me tiene manía») ha ocultado lo mejor de su historia, los autores de esta sección de periodismo de caballería y drogas alucinógenas libran una batalla sin cuartel con unos molinos del siglo XVI en los que ven los colores de la Roja, la España constitucional, los tercios de Flandes y a Viriato preguntándote qué pone en tu DNI. O sea, España, una unidad de destino en lo universal que tuvo un imperio porque lo merecía y lo perdió porque los ingleses les hicieron trampa en los penaltis.

Especialmente útil para ciudadanos del mundo que sigan con la matraca de que Sabino Arana era racista.