EDITORIALA
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Una pequeña ventana de oportunidad para el Sáhara

Tras seis años sin contactos directos, la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) y Marruecos retomaron el pasado mes de diciembre unas tímidas conversaciones en Ginebra. Un primer encuentro que solo cabe calificar de buena noticia, si bien conviene afrontar con todas las reservas el análisis de la situación. Casi medio siglo de conflicto enquistado debería ser una vacuna contra todo derroche de optimismo, tal y como se refleja en la serie de textos que estos días publica GARA sobre la materia.

Pero aunque sea con todas las precauciones, cabe destacar el cambio de los últimos meses. Paradojas del rompecabezas geopolítico global, ha sido la llegada del nuevo representante de EEUU al Consejo de Seguridad de la ONU, John Bolton, lo que ha acelerado un deshielo que Pekín y Moscú también ven con buenos ojos. De fondo, una realidad que clama al cielo: la Misión de Naciones Unidas para el Referéndum en el Sáhara Occidental (Minurso) se inauguró en 1991 para preparar un plebiscito de autodeterminación. Que casi tres décadas después siga existiendo con el mismo nombre refleja el fracaso de la comunidad internacional en la gestión de este conflicto, que hunde sus raíces en un proceso de descolonización no concluido en el que el Estado español, como es sabido, cometió el pecado original de abandonar el territorio a su suerte en 1975.

Las elecciones de abril en Argelia, país que ha acogido durante estos años a los refugiados saharauis y en el que este conflicto es cuestión de Estado, es una cita incierta que podría destapar la caja de los truenos en este peso pesado del Norte de África, algo que en el fondo –más allá de cálculos cortoplacistas– no favorece ni a Marruecos ni a ninguna de las potencias con intereses en la región. No es garantía de nada, pero vuelven a existir alicientes de primer orden para impulsar una solución que solo puede pasar por el ejercicio efectivo y democrático del derecho a la autodeterminación por parte del pueblo saharaui.