Koldo LANDALUZE
CRÍTICA «Dragon Ball Super: Broly»

El ruido y la furia

Tatsuya Nagamine ha sabido manejar sus bazas a la hora de filmar esta versión de la serie manga que tantos fans ha cosechado durante su largo periplo. Precisamente por ello, por el respeto que siempre suelen inspirar proyectos de estas características, Nagamine ha evitado que las nuevas tecnologías eclipsen el trazo reconocible de sus personajes y se ha servido de los efectos digitales simplemente para amplificar las explosiones que aderezan esta función que para los no iniciados puede convertirse en un auténtico leberinto. No obstante, los seguidores que se saben al detalle cada uno de sus recovecos, seguirán disfrutando con los letales cara a cara que se suceden en un planeta Tierra que, a costa de ser salvado, vuelve a transformarse en un campo de batalla de dimensiones telúricas. A modo de refrito de otras historias ya mostradas en la pequeña pantalla, lo que asoma en “Dragon Ball Super: Broly” no es más que un remiendo argumental bien hilvanado por el propio creador del original, Akira Toriyama, que sigue la fórmula que tan buenos réditos ha obtenido.

Humor, acción, drama y duelos que en sus prolegómenos se prolongan tanto como aquellos que filmó Sergio Leone en sus westerns. Aquí no hay espacio para ese otro modelo de animación japonés que respeta la calma y la reflexión porque todo se desarrolla a una velocidad endiablada y sin dar cuartel a la ternura. La épica acapara protagonismo en este vigésimo acercamiento fílmico al multiverso “Dragon Ball” y el color explosiona en la pantalla acompañado por auténticos ramalazos de furia dentro de una cruenta coreografía animada que adquiere su mejor definición en los cuarenta minutos que acogen el duelo final.

Climax que para los fans seguro que rubrica de buen grado este reencuentro con personajes como Goku, Vegeta o aquel a quien conocimos a través de las emisiones en ETB1 como Satan Txiki.