Amparo Lasheras
Periodista
AZKEN PUNTUA

Para Jesús Naves

Cuando se acerca el 3 de marzo quisiera que el tiempo se paralizase. Que se quedara entre paréntesis y, así, organizar el cúmulo de ideas que se instalan en mi mente cuando me siento a escribir. Es, en ese acto tan cotidiano para mí, cuando necesito mirar atrás y, desde la soledad de una página en blanco, preguntar a mi memoria y buscar en ella la emoción especial que convirtió aquellas semanas del 76, previas a la huelga general del 3 de marzo, en la experiencia ideológica más rica e ilusionante de mi vida. Ni el dolor, ni la rabia ante la masacre, perpetrada por la Policía Armada en San Francisco, han podido oscurecer el ímpetu de aquellos días. Ni siquiera la muerte a balazos de cinco trabajadores enturbió ni enturbiará el convencimiento de que es necesario cambiar el sistema. Alguien ha dicho que las asambleas de los barrios fueron también auténticas universidades de organización y poder popular y es verdad. Nunca olvidaré la asamblea del 2 de marzo en San Francisco. Y tampoco olvidaré a Jesús Naves haciendo llamamiento a la huelga general, ni la fuerza de sus razones. Por eso, cuando asistí al estreno de la película sobre el 3 de Marzo y, en imágenes recuperadas, volví a escuchar su intervención en el impresionante funeral por los obreros asesinados, lloré. Era la emoción especial por un tiempo y un hombre que nos enseñó cómo decir basta al capital.