Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Profesor en Groenlandia»

El colono danés que se volvió inuit

Las películas sobre la cultura inuit poseen una inocencia distintiva, una empatía natural que contagia a cuantos forasteros y forasteras se acercan con una cámara a la vida polar, y eso es así desde los tiempos del pionero Flaherty con su “Nanook del norte” (1922), o los del maestro Nicholas Ray con su clásico “Los colmillos del diablo” (1960). El cineasta francófono Samuel Collardey tampoco escapa a esa influencia benigna, por más que se le crucen en el camino temas sociales amenazantes para el ecosistema de las gentes que habitan los escasos y reducidos nucleos de población existentes en Groenlandia, al preferir lo bueno que tienen para dar los y las esquimales en lugar de ver lo que les hace ponerse a la defensiva con respecto al invasivo mundo exterior.

“Une année polaire” (2018) se basa en el caso real de un maestro danés que empieza a ejercer la docencia en la aldea groenlandesa de Tiniteqiilaq, de tan solo ochenta habitantes, para huir del legado de la granja familiar. De entrada no se aclimata y choca contra un muro cultural, a la vez que es visto por la parroquia nativa como un representante del dominio colonial de Dinamarca. El alumnado no pone interés en las clases en un idioma extranjero, puesto que su lengua materna es el “kalaallisut” o “inuktitut”. Por otra parte, la mayoría de los niños y niñas no se crían con sus padres, sino con los abuelos, a causa de problemas de desempleo, alcoholismo, violencia machista o de la elevada tasa de suicidios. El protagonista supera semejante abismo gracias a su relación paternal con el pequeño Asser Boassen, que quiere ser pescador y cazador, dentro de la tendencia general al absentismo escolar.

Una vez que nuestro enseñante reniega de su rol occidentalizador comienza a pensar y vivir como un inuit, fundiéndose con una naturaleza tan salvaje como espectacular, que por sí misma se presta más al tratamiento documental que al de ficción.