Koldo LANDALUZE
CRÍTICA «Maya»

Retorno a Goa

Mia Hansen-Løve reincide en este nuevo proyecto en una de sus constantes más reconocibles, la imperiosa necesidad del ser humano por eludir los naufragios emocionales. Lo que la autora de películas como “El porvenir” plantea en sus obras no se amolda a los tópicos de las superaciones personales disfrazados de best-sellers, sino que aboga por unos códigos de conducta emocionales e íntimos cargados de una gran naturalidad. Todo fluye diáfano a pesar de la poderosa carga que soportan unos personajes muy bien perfilados. Otro elemento a tener en cuenta dentro de la filmografía de Hansen-Løve radica en que el espectador nunca es tomado por un simple testigo silente dentro de una acción dramática, ya que a él le corresponde sacar sus propias conclusiones dentro de un auténtico laberinto de sensaciones. Dicho de otra manera, la cineasta considera al espectador un ser inteligente y muy capaz de sacar sus propias conclusiones mediante leves retazos que no tienen por qué ser evidentes. Teniendo presentes estas bases, lo que se revela en “Maya” es un viaje interior y físico en el que el protagonista, un periodista marcado profundamente por el secuestro que padeció en Siria, dejará a un lado las consultas de los siquiatras y la escenografía urbanita de París para encontrarse a sí mismo –o recomponerse– mediante un viaje al lugar en el que creció.

En este punto de inflexión, el personaje interpretado con gran solvencia por Roman Kolinka deja entrever en su ruta tanto las heridas físicas como sicológicas que padeció a lo largo de su tortuoso cautiverio y redescubrirá un paisaje que adquiere la dimensión de un paraíso perdido que inevitablemente cambió con el paso del tiempo.

Este viaje a Goa también apunta hacia otras direcciones, como el renacer de los sentimientos a través de una relación o la especulación turística que padece la India.