Dabid LAZKANOITURBURU

Un ultimátum en dos tiempos para un único dilema

Tal y como Dios escribe recto con renglones torcidos, la cumbre del Consejo Europeo no ha defraudado las expectativas y ha consensuado un acuerdo de compromiso y alambicado en fechas y escenarios pero tras el que se atisba un objetivo claro: un ultimátum en dos tiempos a Gran Bretaña para que deje de marear en torno al Brexit.

El primer tiempo, técnico y con tope del 22 de mayo, exige que el Parlamento de Westminster apruebe, a la tercera, el acuerdo negociado por Bruselas con May. La UE hace suya la única estrategia que la primera ministra británica ha enarbolado para convencer a los Comunes: ponerlos ante el abismo.

Con todo, no está para nada claro que esta vez vayan a ceder. Consciente de que hay una veintena larga de tories brexiters perdidos para su causa, y de que los laboristas de Corbyn no le van a salvar de la quema, la premier intentará apurar una exigüa mayoría con el apoyo a regañadientes de la decena de diputados unionistas del DUP y de una veintena de laboristas que se deben a circunscripciones del norte de Inglaterra que votaron Brexit.

Nada es imposible, ni siquiera la cuadratura del círculo, pero podría incluso darse el caso de que diputados indecisos se cierren en banda ante lo que consideran una –otra– imposición de Bruselas, lo que refuerza precisamente la liturgia discursiva que está detrás del sí en el referéndum de 2016.

Y eso nos lleva al segundo ultimátum de la UE, el que en caso de seguir el bloqueo forzaría a Londres a decidir antes del 12 de abril entre irse dando un portazo (No deal) o presentarse a las elecciones europeas –humillación para los brexiters– y postergar hasta como mínimo finales de año la salida de la UE, convocando elecciones anticipadas o/y una nueva negociación a la baja y sin las líneas rojas exigidas por el Gobierno británico hasta ahora, sin que se excluya incluso la posibilidad de un segundo referéndum sobre el Brexit.

Posibilidad que cobra cuerpo estos días, habida cuenta de la zozobra de la política británica. Aunque atención, pues esta podría provocar el efecto contrario, reforzando a los que desde el continente inglés y la isla europea, están hartos y podrían coincidir concluyendo que «Brexit is Brexit».