Irati Jimenez
Escritora
JO PUNTUA

En nuestro nombre

Debería servirnos de algo. Me refiero al reciente y lamentable espectáculo poscolonial que dio el Reino de España ante la petición del presidente mexicano López Obrador de abrir un nuevo tiempo para las relaciones bilaterales y reconocer que se parte de una de las mayores tragedias de la Humanidad; la disminución de más o menos el 80% de la población indígena del continente americano con la llegada de los conquistadores europeos. Un genocidio al que periódicos ultrajados por la petición mexicana, como el “ABC”, todavía se refieren como «la gesta americana». Son, por cierto, los mismos que creen que España, el segundo país del mundo con mayor número de desaparecidos, no debe afrontar el problema de las fosas comunes porque sería «remover el pasado».

Digo que debería servirnos de algo porque los súbditos de la Corona de Castilla que conquistaron las Indias y arrancaron vidas, manos, dientes y hasta narices, como describió Bartolomé de las Casas, fueron no fueron solo «Reyes, Rojas, Maldonados» como escribió Pablo Neruda, «hijos del desamparo castellano, conocedores del hambre en invierno y de los piojos en los mesones», también fueron Agirres, Ibarras, Gamboas, Orduñas y Tolosas, hijos de nuestros desamparos, nuestras hambres, nuestros inviernos y nuestros piojos.

En su nombre, como europeos que disfrutamos de los mayores niveles de bienestar posibles, y lo hacemos, en gran medida, por los beneficios de lo que se conquistó en el pasado, quizá nos corresponda pedirle al Gobierno Vasco que extienda nuestras disculpas al pueblo de México, que aún no ha disfrutado de una oportunidad justa en la historia para conquistar su futuro. Aceptamos en su día las del Gobierno de Alemania por las matanzas civiles de Durango y Gernika y no se me ocurre razón para no proceder ahora con igual justicia. Dejaríamos claro que la Corona de España no nos representa, aunque seamos legalmente sus súbditos, y que lo que ocurrió en América no fue justo, no estuvo bien y tienen nuestra palabra de que no volverá a ocurrir.