Iker BIZKARGUENAGA

CUANDO EL ANTIFASCISMO NO ES SEñUELO SINO EXPERIENCIA VITAL

La derecha más extrema se ha adueñado de parte del paisaje político español, y en campaña suenan alarmas llamando al «voto útil». Pero en Euskal Herria, cuando se trata de enfrentarse al fascismo, hay gentes y pueblos enteros que son garantía de lucha infatigable.

La fotografía de Pablo Casado, Albert Rivera y Santiago Abascal en la Plaza de Colón, a la sombra de la enorme bandera española –Sigmund Freud podría decir algo sobre el tamaño de esa tela– instalada por José María Aznar, es uno de los símbolos de los aires que recorren, como los nueve Jinetes Negros de Tolkien, la geografía del Estado español.

De un tiempo a esta parte, más tras las elecciones andaluzas y la eclosión de Vox, el nacionalismo más estridente, la nostalgia y reivindicación de un imperio finado y el anhelo de banderas victoriosas han resurgido con fuerza en el marco discursivo de la derecha, que se ha soltado la correa y ha sacado lustro a los correajes. «¡Vienen los fachas!», nos alertan. «¡No se habían ido!», replican con razón quienes nunca creyeron el cuento de la Transición. Pero lo cierto es que está desatada, sin camuflaje ni maquillaje, y con una agenda cerril en lo social y muy agresiva sobre Euskal Herria y Catalunya, donde quieren redoblar los tambores de guerra.

Memoria y relato

Vienen curvas desde el Estado, sí, pero para este país nunca ha habido camino fácil. Lo saben bien, por ejemplo, las víctimas de la matanza del 3 de Marzo en Gasteiz, ocurrida en los estertores de la dictadura. «El Estado sigue manteniendo su versión de lo ocurrido», recuerda en conversación con GARA Andoni Txasko, portavoz de Martxoak 3 Elkartea. Expone, respecto a lo que se está diciendo y oyendo en los últimos meses, que «todas estas expresiones ultras nos parecen vergonzosas y no podemos permitirlas bajo ningún concepto». Porque no es sólo que se esté asentando un mensaje de extrema derecha, como ocurre en otros lugares de Europa y el mundo, sino que también se está permitiendo un relato contemporizador e incluso complaciente con lo que fue la dictadura y la propia figura de Franco.

Si las víctimas del 3 de Marzo son un símbolo desde las postrimerías del franquismo, Sartaguda representa con crudeza lo que supuso el golpe fascista de 1936 en Euskal Herria, y más concretamente en Nafarroa, donde sin que hubiera frente de guerra unas 3.400 personas fueron pasadas por las armas por ser socialistas, abertzales, comunistas, anarquistas, campesinos o trabajadoras.

Paolo Albanese, alcalde del «pueblo de las viudas», ve claro que en su caso esos mensajes pinchan en hueso. «Sartaguda –explica– es un pueblo pequeño en el que la historia se ha transmitido de generación en generación. Las mejores difusoras de la memoria histórica, las que más trabajo han hecho en ese campo, han sido las propias víctimas, y aquí, más allá de cualquier mensaje que puedan lanzar utilizando sus medios de comunicación, tenemos claro que el franquismo es algo que no se puede blanquear».

«En Sartaguda tenemos la historia de los 86 asesinados, las 57 viudas, las mujeres humilladas, obligadas a pasear con el pelo rapado, y la batalla del relato es una batalla perdida para ellos. No la pueden ganar», insiste, para añadir que en la localidad ribera llevan muchos años trabajando en este ámbito, una labor culminada en 2008 con el Parque de la Memoria. Destaca además que «en Nafarroa, en estos cuatro años de legislatura también se ha hecho un trabajo potente con el tema de la memoria histórica».

Sin embargo, en otras latitudes sí que cala ese mensaje ultra que «aquí, que conocemos bien lo que ocurrió, te pone aún más en alerta, porque sabemos lo que hizo esta gente». Albanese lamenta que «es una realidad que en el Estado hay mucha gente joven que no sabe absolutamente nada de lo que pasó».

Y es que en estos cuarenta años no se ha ejercitado la memoria, y para Txasko ese ejercicio «es más necesario que nunca». Explica que para las víctimas del 3 de Marzo «lo fundamental es que se haga un relato fehaciente de lo que sucedió y que se haga justicia, que los victimarios pasen por los banquillos. No con la pretensión de que sea encarcelada gente con ochenta y tantos o noventa años, no somos tan crueles como ellos, pero sí que no pasen a la historia como adalides de la democracia cuando fueron todo lo contrario, un azote para los derechos humanos y las libertades. Gente como Fraga o Martín Villa no deben pasar a la historia con homenajes y reconocimientos».

Y es que, como señala, «Martín Villa recibió recientemente una condecoración en el Congreso por su ‘entrega en la lucha por la democracia y las libertades’, cuando sabemos que durante su mandato murieron más de noventa personas. Que él diga a dos hermanos de víctimas del 3 de Marzo que tiene la conciencia tranquila, que no se arrepiente de nada de lo que hizo, nos parece vergonzoso. Él tendría que reconocer las vulneraciones de derechos que se produjeron durante su mandato y el dolor que causó. Hay que admitir la violencia y el terrorismo que se ejerció por parte del Estado», considera.

Tanto Martín Villa como Fraga, fundador del PP, cuyo busto adorna los pasillos del Senado, jugaron un papel importante en el tránsito entre el régimen franquista, del que ellos formaban parte, y el régimen alumbrado en 1978. ¿Es este revival la consecuencia de la no ruptura con el franquismo? Txasko no tiene duda de ello. Evoca aquellos tiempos señalando que «yo entonces era un chaval de veinte años y lo que pretendíamos, con mucha ilusión, era romper con aquel pasado negro, con aquella etapa oscura de la historia, y lograr los derechos y libertades que se nos habían negado desde el golpe militar franquista. Pero aquella ruptura con la dictadura no se produjo, se impuso la reforma», y de aquellos polvos estos lodos.

«Las estructuras del Estado se han mantenido tal cual; Ejército, Policía, judicatura... y aquel pensamiento ideológico no ha cambiado, ha sido un lobo con piel de cordero», señala el gasteiztarra, apostillando que igual que «la ideología perdura, los hijos de aquellos franquistas siguen manteniendo esferas muy importantes de poder, y estamos sufriendo las consecuencias de aquella falta de ruptura total con el franquismo, de la no depuración de sus instrumentos, que hoy día siguen ejerciendo su poder revestido de un manto democrático».

Garantía de no repetición

Memoria, justicia, reparación y garantía de no repetición son las demandas de las víctimas del franquismo. ¿Hay garantía de que no vuelva a ocurrir algo parecido cuando mensajes de este tenor se normalizan? Albanese no descarta nada. Señala que en el Parque de la Memoria de Sartaguda está escrita la frase «nunca más contra nadie, en ningún lugar aquellos horrores», y valora que «si ahora nos vienen con un discurso de blanqueamiento, de que aquí no pasó nada, existe el peligro de que esa frase quede en el vacío. Si no sabemos cuáles son esos horrores, o si algunos justifican que se produjeran con diferentes artimañas discursivas, claro que existe el riesgo de que se repitan».

Es un peligro que, además, no se limita al Estado español, pues la ultraderecha, recuerda, crece y se extiende en Europa y en todo el planeta, «además en un contexto parecido al de aquellos años, con una crisis profunda del capitalismo, un avance de movimientos populares y una reacción de ese mismo capitalismo pero con otros ropajes». «Igual no con ese salvajismo, o igual sí, pero desde luego lo que es seguro es que, si llega, esa gente va a traer un retroceso salvaje en derechos sociales, para la clase trabajadora, para las mujeres… porque al final no deja de ser la derecha neoliberal aznariana», apunta.

Y frente a esta oleada involucionista, ¿qué hacer? Txasko apunta a la calle, a la movilización y la activación popular. Tiene experiencia. Cada año miles de personas se movilizan en Gasteiz para recordar lo ocurrido, señalar a sus responsables y exigir justicia. El 3 de Marzo está marcado en rojo en muchos calendarios. «Nosotros –dice– debemos estar agradecidos a los sindicatos que han mantenido día a día y año a año esas reivindicaciones, y a las fuerzas políticas que como la izquierda abertzale y otros grupos de izquierda han sido consecuentes y han seguido en esa línea. Los que han quedado por el camino tendrán que explicar por qué».

Los llamamientos al «voto útil»

No es una apreciación gratuita la que hace esta víctima del Estado, cuando la incertidumbre del qué pasará si gana la ultraderecha alienta estos días llamamientos al «voto útil» por parte de quienes cuando tocaba romper con el franquismo regalaron el marchamo democrático a sus cuadros.

Así, el PSOE intenta cabalgar sobre ese miedo para alzarse con una victoria que parecía improbable hace no mucho tiempo, y con un Podemos en horas bajas, la estrategia del dóberman e puede servir en buena parte del Estado, donde apenas hay otras opciones reales. Pero en Euskal Herria, como en Catalunya y Galiza, hay varias formaciones con posibilidad de escaño, que además pueden exhibir credenciales de su compromiso antifascista antes y después de ese 6 de diciembre de 1978 que cambió las piezas pero no el juego. Como la izquierda independentista, agrupada ahora en torno a EH Bildu.

Tanto Txasko como Albanese concurren en estos comicios en las listas de la coalición, y en ambos casos, en Araba y Nafarroa, mantienen una estrecha pelea con la derecha: el PP y la coalición Navarra Suma. Preguntado por qué supondría que la candidatura encabezada por Iñaki Ruiz de Pinedo arrebatara el escaño a Javier Maroto, Txasko valora que «sería un hito muy importante». «Bel Pozueta explicó que vamos a ir a Madrid a denunciar las injusticias que se están cometiendo en Euskal Herria, y coincido con ella, se están cometiendo graves vulneraciones de derechos humanos, se han cometido grandes injusticias, y hay que conseguir que se hagan visibles en el Estado español. Y una forma de lograrlo es dejar sin escaño en Araba al PP, que representa lo más reaccionario de la política», considera, apostillando que «dejar a Maroto sin un escaño en el Congreso por Araba sería una victoria muy importante, no sólo para EH Bildu, sino también para la sociedad alavesa y de Euskal Herria».

Txasko cita a Bel Pozueta, cabeza de lista en Nafarroa y compañera de plancha de Albanese. Para el alcalde de Sartaguda, que el escaño navarro «cayese en una fuerza como EH Bildu en lugar de que fuese el segundo de Navarra Suma significaría que la Nafarroa rebelde, digna, la que hace cuarenta años pateó cunetas para recuperar los restos de los suyos, la de los insumisos, está ganando la partida a la derecha y que hay posibilidades de consolidar el cambio». Esa será una pelea más en un pueblo donde la lucha antifascista ya forma parte del acervo cultural.