Víctor ESQUIROL
TOLKIEN

La forja (comunitaria) del Anillo

Si se me permite la broma mala, da la sensación de que Nicholas Hoult se haya propuesto jugar, de la forma más perversa, con nuestro cerebro. No hará ni un año, le vimos ponerse en la piel de uno de los escritores más legendarios de la literatura americana. En “Rebelde entre el centeno”, el joven actor británico interpretaba las angustias y los ataques de genio que llevaron a J.D. Salinger a escribir “El guardián entre el centeno”. Aquella película, por cierto, terminó manchada antes de su desembarco en nuestras salas por los terroríficos escándalos sexuales protagonizados por el otro actor protagonista de dicha propuesta, Kevin Spacey.

A la que ahora nos ocupa no se le conoce (de momento) ninguna mancha... más allá, y a esto iba, de ese desconcierto de ver cómo la cara que asociábamos al mítico escritor estadounidense es ahora la de J.R.R. Tolkien. Ni más ni menos, y tal cual. En menos de un año, hemos visto al intérprete dar forma al que (siguiendo con las cábalas) a lo mejor podría ser un brillante recorrido por todos los pilares de la literatura universal.

Gracietas aparte, el director finlandés Dome Karukoski sigue abonado al biopic (después de “Tom of Finland”, cinta dedicada a Touko Laaksonen, ilustrador pionero en el movimiento gay en la década de los ochenta y noventa). Ahora se propone mostrarnos los orígenes de los que acabaría siendo uno de los corpus literarios fantásticos más impresionantes de la historia. Nicholas Hoult, como decíamos, encarna a ese incomparable lingüista británico, en cuya privilegiada mente (y sensibilidad) se hallaba la creación de la mismísima Tierra Media. Karukoski retrata esos cruciales años de juventud, en los que la amistad, el amor y el estallido de la Primera Guerra Mundial se revelaron como los elementos primordiales para forjar ese «Anillo único», que es puro patrimonio de la humanidad.