Era lo suyo. Que el solo azotase Mendizabala durante las actuaciones de Tesla o Corrosion Of Conformity era clave para vivir la experiencia del rock festivo de los primeros y el metal abrasivo de los segundos. Tesla fueron una banda atípica dentro de aquello que se bautizó como hard rock angelino, glam metal o sleazy rock y que la masa asociará con Bon Jovi. La industria musical estadounidense era un hervidero de jóvenes con ínfulas de estrellas que perseguían el dorado del sexo, drogas y rock n’ roll. Tesla abrazaron la imaginería del spandex y la laca pero no encajaban en ella por derecho propio. En sus letras hablaban de ciencia y sus referencias musicales iban más allá del rock duro. Aparecieron, vendieron algunos millones de discos, giraron por todo el planeta como estrellas de segunda fila y sucumbieron a la tormenta grunge como casi todos sus coetáneos. No obstante, mantuvieron el tipo tanto en los 90 con la feroz competencia del rock alternativo, como en las posteriores décadas donde siguieron publicando obras dignas. Al Azkena llegan con un último disco irregular pero su repertorio está lleno de clásicos y han sido numerosos los himnos coreados por cientos de fans recordando tiempos mejores.

Acto y seguido Neko Case ha lucido con elegancia su country alternativo cargado de surrealismo onírico. Cantautora y también miembro de los canadienses The New Pornographers, tenía la difícil papeleta de manejarse entre bandas potentes pero gracias a discos como “Fox Confessor Brings the Floor” y a “Hell-On”, la de Virginia ha sabido conducir un espectáculo digno y rico en matices.

Casi sin tiempo para tomar aliento, carrera hasta el tercer escenario para ver a Corrosion of Conformity. Su caso guarda ciertas similitudes con el de Tesla cambiando el hard rock festivo por el grueso metal de la década de los 90. COC fueron en sus inicios una banda hardcore que mutó en un proyecto mucho más interesante a partir de 1991. En la retaguardia de una avanzadilla que conformaban Pantera, Sepultura y Machine head, entre otros, publicó grandes obras de un metal deudor de Black Sabbath y riffs cargados de azufre. En la actualidad, gracias al revival del rock duro de calaveras en el que llevamos sumergidos varios lustros, vuelven a encontrar su sitio y en Mendizabala convencen haciendo lo que saben hacer: abordar a la audiencia con empalizadas construidas a base de guitarras ardientes y un muro de sonido infranqueable.

Tras la tormenta de Corrosion of Conformity ya después el cierre de esta edición, los estadounidenses Wilco volverán al festival que los encumbró hace ya quince años. La formación capitaneada por Jeff Tweedy surgió en aquel movimiento que bebía del country y del rock alternativo de mediados de los noventa que se llamó americana. Sin embargo, fue gracias a un precioso giro estilístico a partir del álbum “Yankee Hotel Foxtrot” (2001) cuando su carrera se tornó en imprescindible. Morgan, The Cult y Phil Anselmo cerrarán una noche con protagonismo de los sonidos pesados.

Bofetada sonora

La noche del viernes resultó más irregular de lo esperada con algunos conciertos que no llegaron a cuajar pero con unos claros triunfadores. Los australianos Tropical Fuck Storm dejaron su huella marcada en la historia del Azkena gracias a un show incendiario y desafiante cargado de actitud punk y valentía. La propuesta de Tropical Fuck Storm es una auténtica bofetada sonora, una patada voladora directa a la tráquea del rock conformista y establecido. Lo suyo es riesgo, apocalipsis y arrebatos epilépticos nacidos en algún lugar de sus entrañas. Con solo un disco en el mercado su límite parece lejano. Los grandes nombres que encabezaban el cartel, Stray Cats y The B-52’s cumplieron con shows repletos de guiños a su propia historia. Tropical Fuck Storm vs The B-52’s. El presente contra la historia. Puro Azkena Rock Festival.