«En las queridas dianas doy el Do de pecho»

Dirigir a una banda en su centenario me imagino que le hará una ilusión especial.
Es lo más grande que le puede pasar a una batuta, aunque para mí ya es un honor marcar el ritmo a los sanfermines.
¿Cómo vivió el Txupinazo que tiró La Pamplonesa?
Me dieron ganas de agarrarme al cohete, elevarme por el cielo y después dejarme caer sobre la multitud en la plaza Consistorial. Habría sido el súmmum, pero me contuve, porque tenía que trabajar.
Se le ve muy emocionada.
Es que estos días doy el Do de pecho, sobre todo en las dianas. Son un momento de riesgo y en más de una ocasión he estado a punto de sacar algún ojo o de terminar clavada en algún brazo. Y la verdad es que se merecerían un plus de peligrosidad, pero me encantan. Es el momentico de cada día sanferminero.
¿Incluso más que las vísperas o la procesión?
Me gustan todos esos momentos, porque soy un poquito bipolar: charanguera a tope o solemne cuando la ocasión así lo requiere. Pero, vamos, como cualquier iruindarra.
¿Echa de menos el Riau-riau?
Desde luego, aunque terminaba agotada. Porque eso de dirigir más de cien veces el Vals de Astrain en una tarde le machaca a cualquiera, pero con los de la Mutilzarra no me junto.
A lo largo de estas décadas ha pasado por las manos de muchos directores.
Así es y aunque estrecha, estoy repleta de recuerdos. Con todos he disfrutado mucho, aunque Jesús Garisoain, el lanzador del cohete, me contagia su entusiasmo y con él, me lo paso como una enana.

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