Victor ESQUIROL
VERSIÓN ORIGINAL (Y DIGITAL)

Joyas de la Atlàntida (II)

Seguimos en julio, aunque el mercurio ya presagie el agosto. Seguimos asándonos, pero por suerte, este caluroso y cada vez más insoportable mes del año sigue siendo fiel a una de las citas cinéfilas más destacadas de la temporada. Continuamos en el Atlàntida Film Fest, el certamen online a través del cual la plataforma Filmin nos informa, como solo ella sabe, sobre el estado acutal (e histórico) de Europa. Sobre el comportamiento, más o menos anómalo, de un Viejo Continente que, por lo visto, parece que se halla en permanente estado de descomposición.

Lo bueno (o lo preocupante) es que este proceso no deja de despertar cierta fascinación. ¿Hasta qué punto morbosa? Esto ya es otra materia de debate. Donde ya no hay tantas dudas es en esos puntos de interés cuyo análisis y posterior comprensión nos ayudan a entender este alocado conjunto. Fijémonos, si no, en la actualidad política de Gran Bertaña, y considerémosla como un síntoma de algo mayor.

Hagamos lo mismo con uno de sus buques insignia culturales: el cine social. Cojamos, por ejemplo, “Pájaros sin alas”, película de Ellen Fiske y Ellinor Hallin que se muestra casi como una ficción... a pesar de ser un documental. La premisa consiste en seguir la vida de un puñado de jóvenes del extrraradio escocés. Es decir, de la periferia de la periferia británica. Ahí, las directoras dan voz a unos «actores» a los que nunca se les había concedido dicho derecho. Cualquiera lo diría. La soltura y sinceridad con la que se expresan delante de la cámara es correspondida por una nula voluntad de réplica por parte de esta, lo que resulta en la confección de un veraz testimonio colectivo de esa comunidad escindida, le guste o no, del resto del mundo.

Para ahondar más en este factor diferencial de dichas islas, nada mejor que “Arcadia”, poderoso video-ensayo en el que Paul Wright da la sensación de condensar la esencia –cinematográfica– «brit» a través de un hipnótico collage del que se sentiría orgulloso el Terence Davies de “Of Time and the City”. Ahí va un estupendo documento sobre la relación que un pueblo puede establecer con la tierra que habita; con las tradiciones a la que esta invita.

Es la magia de las imágenes en movimiento, ordenadas estas a través de un montaje en el que la lógica cronológica acaba supeditada (como tenía que ser) a la espiritual. Es una carta de amor (o de terror) etnográfica, en la que el testigo audiovisual se pliega a la voluntad poética de un autor con una visión única de nuestro paso por un mundo que, evidentemente, es inevitablemente perturbado por nuestro paso en él.

Hablando de... en “La muerte de Hammarskjöld”, Mads Brügger firma una de las piezas de no-ficción más asombrosas del año. Lo hace, precisamente, librándose a las necesidades fabuladoras que tan a menudo se interponen en el rigor que debería reinar en el periodismo de investigación. La excusa es la muerte, en 1961, de Dag Hammarskjöld, Secretario General de la ONU; el resultado es una endiabladamente adictiva reflexión sobre la verdad y la mentira en el vergonzoso relato colonizador... esa herencia vergonzosamente europea.