Victor ESQUIROL
VERSIÓN ORIGINAL (Y DIGITAL)

Oda a la feel bad movie

Si sientes un terrible malestar en el cuerpo, y si solo tú oyes una serie de voces que parece que no vayan a callar nunca... seguramente es porque estás perdiendo el juicio, o en su defecto, porque estás totalmente inmerso en una película de Rick Alverson. El director detrás de títulos de culto como “Entertainment” o “The Comedy” es uno de los artistas que más ha trabajado, a lo largo de la última década, el incómodo (y en parte por esto fascinante) concepto de la «comedia triste», extraña entrada a una región a la que el cine raramente nos invita.

Bienvenidos a los terriblemente hipnóticos dominios de la «feel bad movie», es decir, de esas rarezas fílmicas que están diseñadas para removernos de mala manera tanto las entrañas como la conciencia, aunque solo sea para recordarnos que seguimos vivos. O agonizando, a saber. Sea como fuere, Filmin ha tenido el detalle de traer a su catálogo una de las mayores joyas de la temporada festivalera pasada. “The Mountain”, que así se se titula, es el nuevo trabajo del mencionado autor estadounidense, una película que tras su paso por el concurso de la Mostra de Venecia, desapareció del mapa... hasta ahora.

Como viene siendo habitual, las erratas (o directamente negligencias) imperdonables del circuito comercial quedan subsanadas por un VOD que crece, no solo por el tamaño cada vez más inabarcable de su oferta fílmica, sino más bien por saber dirigir nuestra mirada hacia esos lugares en los que nadie se quiere detener. El cine, en parte, debería existir para esto.

“The Mountain”, decía, se dedica precisamente a llevarnos-a (y después a encerrarnos-en) esas regiones de la mente en las que no queremos quedarnos con la única compañía de nuestros pensamientos. En los EEUU de la década de los 50, un joven huérfano decide asociarse con un carismático y siniestro doctor especializado en lobotomías... o sea, en anular a la gente.

La gracia, por así llamarla, está en que Alverson parece hacer lo mismo con todos los incautos que osen ver su película. A lo largo de poco más de hora y media, convierte las líneas rectas asfaltadas de la road movie en las intrincadas y prácticamente insondables curvas del cerebro humano. Poco a poco, los ambientes retratados y las situaciones invocadas se van enrareciendo, y cuando hemos querido darnos cuenta, ese malestar y esas voces interiores de ciertos personajes nos han poseído. Y ya no hay vuelta atrás.

En un abrir y cerrar de ojos, un recurso lingüístico tan simple como el plano-contraplano, se convierte en una prisión de la que no se puede escapar. Es la gloria maldita de la feel bad movie. Cine que infecta, cine que te hace sentir mal... cine que no llegó a las salas comerciales, pero que afortunadamente se ha instalado en nuestro hogar. Estaba escrito: porque es en la seguridad que nos proporciona nuestra morada, donde podemos sentirnos realmente invadidos. Rick Alverson como maestro lobotomizador; su “montaña” como promesa evasora, pero también como condena terrible. Y el cine como terapia, y a la vez, como catalizador de todos los males. Estás agonizando... pero al menos no estás muerto.