Las televisiones que controlan el cine dentro del mercado interior han visto un filón en las versiones de comedias que ya han sido éxito en su país de origen. Santiago Segura se apuntó al carro con “Sin rodeos” (2018), que era un remake de la chilena “Sin filtro” (2016), de Nicolás López, y de paso hacía la transición a la comedia familiar y al humor blanco para escapar al encasillamiento de su incorrecta franquicia “Torrente”. Pero es que con “Padre no hay más que uno” (2019) se ha tenido que poner a la cola, porque se le habían adelantado en otras latitudes del planeta a la hora de inspirarse en la argentina “Mamá se fue de viaje” (2017), dirigida por Ariel Winograd y protagonizada por Diego Peretti. La de Segura es la cuarta película con el mismo argumento, ya que también están la mexicana “Mamá se fue de viaje” (2019), de Fernando Sariñana, y la italiana “10 días sin mamá” (2019), de Alessandro Genovesi.

Sabido es que Santiago es un vivales que “seguriza” todo lo que toca, y en su nueva película la fórmula “amiguetes” le sigue viniendo de perlas para rodearse de personajes de actualidad, que viene de la tele o de los canales de YouTube. También le sirve para homenajear a la españolada según su costumbre, y esta vez pone el ojo en “La gran familia” (1962), que llegó a tener cuatro entregas, la última incluso después del franquismo. Se las ingenia para dar gato por liebre una vez más, y bajo la apariencia de comedia coyuntural que critica la estructura patriarcal cuela una de chistes de cuñados de toda la vida.

Y ya se encarga de aclarar entre risas que la familia numerosa que presenta no es del Opus, aunque incluya a sus dos hijitas Calma y Sirena. Nunca recibirá acusaciones de nepotismo por la sencilla razón de que su papel dentro y fuera de la pantalla es el del caradura simpático, consciente de que cae bien en una sociedad que premia a los trileros que saben reciclarse y pasarse al lado correcto.