Iñaki ZARATIEGI
PROYECTO POLÉMICO EN UNA DONOSTIA MASIFICADA EN VERANO

Proteger la isla de Santa Clara (Sobre el proyecto del faro)

El actual alcalde donostiarra parece querer dejar huella física de su gestión y lleva años gestionando entusiasta la intervención de la escultora Cristina Iglesias en el faro de la isla de Santa Clara. Un proyecto polémico por la singularidad de un entorno que sufre ya de masificación durante los veranos.

En la pasada legislatura municipa,l el proyecto de la escultora Cristina Iglesias para la donostiarra isla de Santa Clara creció arropado en una profusa propaganda. La oposición municipal (EH Bildu, Irabazi Donostia) hizo interpelaciones y una moción de control solicitando que, en base a la calificación del lugar como Zona de Especial Protección, se elaborara un informe de impacto medioambiental. El pleno lo acordó por unanimidad en noviembre de 2018.

Tras el cambio de corporación, EH Bildu y Elkarrekin Donostia volvieron a solicitar conjuntamente ratificar la moción aprobada. Pero en esta segunda ocasión la mayoría municipal (PNV, PSE-EE) se desdijo y la rechazó argumentando que el Plan General de Ordenación Urbana no exige el informe de impacto medioambiental.

Posteriormente, los organismos Ekologistak Martxan, Haritzalde y Bizilagunekin Plataforma anunciaron que pedirán, a partir de septiembre, al Ayuntamiento, la Diputación, el Gobierno Vasco y la Demarcación de Costas del Estado que «protejan» la isla declarándola «biotopo protegido» ante la intervención artística prevista.

Consideran la «estatua» un proyecto «innecesario» en «un pequeño pulmón ecológico» de la urbe y muestran además su temor de que suponga «un nuevo paso en la turistificación que está sufriendo la ciudad».

El pasado martes 13, en plena Aste Nagusia, la Junta de Gobierno municipal oficializó que las obras, adjudicadas a la empresa Construcciones Moyua SL, empezarán en septiembre. Parece que la instalación no tiene ya quien la pare. Una nueva obra de envergadura (incineradora, Metro…) se va a realizar aplicando la lógica de las mayorías políticas, y en este caso sin mayor discusión (y mucho menos movilización) social.

Metáfora donostiarra. Como la propia isla, el debate puede parecer menor, pequeño, pero esconde una profunda metáfora sobre los cambios y sus consecuencias. Donostia tiene una fuente mayor de negocio en el turismo y también un problema: la ciudad se satura y encarece sin freno, camino de convertirse en un parque temático. Como en otros lugares atractivos, la marea turística enriquece a los menos y aprieta a los más: carestía en vivienda, hostelería, servicios; descontrol del mercado laboral... Y también aquí la masificación degrada hábitos socioculturales y desequilibra lógicas de convivencia. El negocio turístico masivo colabora en la carestía inmobiliaria y de los precios en general y ayuda a la gentrificación de lugares céntricos y a la expulsión de sus habitantes a una periferia algo menos asfixiante: barrios y pueblos periféricos.

Como en la mayoría de urbes modernas, en la capital guipuzcoana ha proliferado la voracidad constructora a cualquier precio, arrasando su medio natural y fagocitando su propia riqueza urbanística (véase hasta el día 24 la exposición “La ciudad que perdimos” en Okendo Kultur Etxea de Gros).

Afortunadamente, cuenta aún con pulmones para defenderse de la agresión industrial-turístico-comercial: Ulia, Urgull, Kristina Enea, Ametzagaina.... Y tiene un privilegio: la isla de Santa Clara, entorno muy frágil que se ha salvado de algunos agresivos planes y no ha sido aún degradado irremediablemente por el depredador instinto humano. Su disfrute generalizado sólo se da en verano y eso la resguarda durante la mayor parte del año, pero la masifica en esa temporada estival. Como la propia ciudad, en los últimos años la isla ha evidenciado un cambio entre lo que eran visitas masivas y lo que empieza a ser multitud invasiva, dadas además sus características físicas.

Intervención artística. Los anteriores son algunos apuntes sobre una realidad preocupante que se complicaría con la operación de Cristina Iglesias en curso. La «intervención artística» de la escultora pretende ocupar el viejo faro y ser «un centro de atracción». El alcalde Eneko Goya se puso la venda antes de la herida para advertir de que hay que evitar «el riesgo de masificación» mientras anuncia un nuevo servicio de traslados en motora, añadido al actual. ¿Cuántos visitantes más puede acoger racionalmente un lugar tan pequeño y particular en su orografía y organización territorial? ¿Qué impacto tendría en su frágil fauna, flora y entorno general un futuro «museístico» del lugar? Parece una broma que el año en el que se anuncia la intervención masiva de maquinaria se haya cerrado por primera vez (para preservar «especies amenazadas») un pequeño y difícil espacio por el que acceden con cuentagotas pescadores o bañistas.

Iglesias afirma que su intención es «provocar una reflexión en torno a la conservación de la naturaleza, de las costas, la situación de los océanos y la conservación del ecosistema marítimo». ¿No hubiera sido racional y «democrático» hacer esa reflexión con un debate especializado sobre su propia iniciativa y el entorno elegido?

El público más asiduo, habitual y tradicional de la isla es local: familias y cuadrillas, usuarios de bañador, tubo de buceo, bocata y tuppers… Con significativo desprecio, el alcalde lo ha tildado de «dominguero» en reciente entrevista radiofónica. Parece obvio entonces que no se piensa en ese sector social autóctono como visitante del proyecto sino en uno nuevo, a poder ser foráneo, de estancia fugaz, modo museo.

Si la iniciativa tuviera que ver con una idea de disfrute veraniego para el público natural de la isla se pensaría en una «instalación”»que diera juego y servicio lúdico-cultural al usuario diario. Si se contempla como visita museística, se está pensando en un negocio para público exterior. Con algunas dificultades infraestructurales a tener en cuenta: subir la estrecha y muchas veces saturada rampa hasta el faro es dificultoso para mucha gente en «modo turista» e imposible para personas con minusvalías. ¿Alguien acaricia ya la idea y el negocio de diseñar un ascensor y encargarse de su conservación?

Cuentas y gestión. Al alcalde parece irle la vida en el proyecto: «El Ayuntamiento se va a volcar en que esto sea realidad, cueste lo que cueste». Pero, ¿cuánto va a costar y quién se va a beneficiar de ello? La dotación presupuestaria oficial es de entrada de 1,4 millón de euros. La Diputación foral colaborará con 200.000. El presupuesto de la obra de rehabilitación y acondicionamiento de la casa del faro se fijó en 273.000 euros, pero la cifra publicada ahora en la adjudicación de la obra a Moyua es de 558.021,67. Por su parte, la empresa de Eibar Alfa Arte se encarga de la construcción de la escultura a un precio aproximado de un millón de euros. ¿Salen las cuentas?

En enero se publicó un anuncio oficial para cubrir los «servicios de creación, asesoría y estrategia de comunicación de la marca del proyecto de la obra escultórica» con un presupuesto del contrato de 80.000 euros, sin IVA. Ahora se ha anunciado que será la empresa tolosarra Fammilia Studio quien diseñará esa estrategia de comunicación («explicar bien la obra, contextualizarla en la ciudad, pero también en el panorama internacional»), con un presupuesto de 91.960 euros.

En las informaciones que han ido fluyendo aparecen otros 175.000 euros por «labores de gestión, dirección y coordinación de la obra», que se supone cobra la nueva empresa Artingenium, creada por la gestora Lourdes Fernández. Una autodenominada «art office» o «art agency» montada ad hoc para el proyecto, con sede en el Paseo de Salamanca y con oficina también en Madrid. Se define en su web como “Herramienta cultural para la sociedad y signo de identidad y economía de una ciudad”.

Su responsable (que dirigió Galería DV y Arco y ha dejado la dirección del bilbaíno Centro Azkuna-Alhóndiga para encarar este nuevo proyecto) planificará y supervisará la ejecución, así como la elaboración del comentado plan de patrocinio público-privado, que permitiría sufragar al menos unos 400.000 euros del total de 1,4 millones. De no alcanzarse esa cifra la cubriría el propio Ayuntamiento.

La adjudicación se realizó por el procedimiento de licitador único porque Iglesias pidió por escrito al alcalde que contratara los servicios de Artingenium para «coordinar el trabajo de producción y ayudarnos en aspectos relacionados con la coordinación y gestión global necesaria para la fabricación e instalación de esta obra». La artista consideró necesario contratar a Fernández subrayando que esa gestora (con la que colabora desde hace décadas) «aúna conocimiento y experiencia en el mundo del arte y eficacia en management, de una forma que la hace única».

La nueva oficina coincidiría con Fammilia Studio en tareas de «socialización e internacionalización» del proyecto y su responsable ha convocado en privado, junto a la coordinadora municipal del proyecto, a alguna asociación ecologista para prometer cuidado medioambiental durante la obra (el colectivo Eguzki tiene en su web una detallada información del encuentro).

Obsesión con el turismo. Cuando los nuevos representantes de EH Bildu y Elkarrekin Donostia exigieron en el pleno municipal el estudio de impacto ambiental, ahora rechazado por la mayoría municipal, y relacionaron la operación con el negocio turístico, el alcalde dijo sentirse muy enfadado y tildó de «obsesiva» la preocupación por la influencia social de ese sector económico. Pero ¿quién es el obseso? ¿Las fuerzas políticas que acumulan iniciativas y gestiones de promoción del negocio turístico o quienes promueven ralentizar esa lógica y reflexionar sobre la problemática turística en la ciudad?

¿El proyecto de la isla no tiene un fin turístico? Como se ha visto, las labores de promoción contratadas a Artingenium y Fammilia Studio mencionan nítidamente el ámbito internacional de promoción para atracción de visitantes. El propio diputado foral Denis Itxaso adujo al aportar los 200.000 euros: «El ambicioso proyecto abarca numerosos aspectos (artísticos, culturales, conservacionistas, turísticos…) que lo convierten, a juicio del Departamento de Cultura de la Diputación, en una iniciativa de gran interés, tanto para la capital como para el territorio… Además, el desarrollo de un proyecto tan ambicioso tendrá repercusión en el atractivo, ya de por sí elevado, de San Sebastián como destino turístico vinculado a la cultura y el arte».

¿Estaremos ante un inminente abono turístico que ofrezca hotel, pintxos, Aquarium y… Santa Clara?