Koldo LANDALUZE
CRÍTICA «Mascotas 2»

Como perros y gatos

Con esta chispeante propuesta, la compañía Illumination Entertaiment descubre su saludable intención de buscar nuevas vías más allá del apabullante éxito que han logrado sus criaturas Minions y marcar distancias con la todopoderosa dupla Pixar-Disney. “Mascotas 2” cumple con creces su cometido de entretener a la chavalería mediante un lenguaje directo y un encadenado de situaciones muy bien engarzadas en las que las excentricidades de las mascotas sirven como excusa argumental para volver a reivindicar el clásico estilo de la comedia slapstick, sin duda la fórmula que mejor ha funcionado en la historia del cine para arrancar las risas al personal a edades muy tempranas. En esta nueva oportunidad, el singular bestiario animado se embarca en una aventura que guarda ciertas coincidencias con el imaginario “Toy Story” a la hora de plantear la dolorosa sensación del desplazamiento que comparten tanto juguetes como mascotas cuando se produce un cambio significativo en sus respectivos hogares. La irrupción de un nuevo integrante en la familia humana del perro Max sirve como detonante para que la película derive hacia la escenografía de un campamento de verano en el que toparemos con uno de los grandes protagonistas de esta secuela, el peludo y curtido pastor alemán Rooster.

Los directores Chris Renaud y Jonathan del Val han contado con el respaldo de un cuidado libreto firmado por Brian Lynch a la hora de poner en escena un abracadabrante circo de tres pistas animado en el que destaca también el divertido diseño de unos personajes alocados y sensibles, y en el que asoma la presencia del diminuto conejo con ínfulas de superhéroe llamada Snowball y que emprenderá una desigual misión destinada a liberar a un tigre blanco que sirve de reclamo en un circo de animales. A todo ello habría que unir un saludable mensaje apto para todos los públicos y conciencias.