Victor ESQUIROL
VERSIÓN ORIGINAL (Y DIGITAL)

Impresiones del frenesí

Abro esta nueva entrada en la sección de VOD con una admisión de culpa. La película de la que me dispongo a hablar se me pasó por alto. Cuando me di cuenta, ya había desaparecido de la cartelera. Un festival de cine se cruzó en mi camino. Y después otro. Y poco después, las urgencias de un calendario de estrenos, absurdo en su ritmo frenético; implacable en la amnesia impuesta.

Tampoco quiero que esto suene demasiado a queja exculpatoria (porque la culpa es mía, y solo mía), pero todos los que nos dedicamos a cubrir la actualidad (y la cinematográfica no es la excepción), sabemos que la noticia de hoy mañana será poco más que un recuerdo borroso. Y así pasó, para mí, la posibilidad de descubrir “Boi”, de Jorge M. Fontana, uno de los debuts más prometedores de la temporada... Y así recupero, meses después de aquel terrible despiste, parte de la vergüenza perdida.

Por suerte, y esto es una constante en estos dominios, las fuerzas del Video On Demand a veces se conjuran para reparar no solo los defectos en el muy defectuoso sistema de distribución y exhibición fílmicas, sino también nuestras faltas más imperdonables. En Filmin, Rakuten TV y Netflix podemos repescar este thriller sumamente atractivo en su –orgullosa– reivindicación como rareza, tanto en la cinematografía española como en la catalana. En ella, Fontana plantea un sofisticado dispositivo que, tanto desde la escritura como desde la dirección, parece que nos está llevando por una ruta... pero en realidad, sigue otra completamente diferente.

Dicho de otra manera, lo que se viste de intriga con tintes criminales acaba derivando, después del primer giro, en una ratos angustiante, y a ratos divertida reflexión sobre el absurdo e implacable frenesí de la vida moderna. Un joven aspirante a escritor malvive como conductor de VTC, y lucha porque su espíritu poético no sea engullido por esa asociación monstruosa que solo podían ofrecer Barcelona y el Mobile World Congress.

En este escenario hostil y en este contexto demencial, “Boi” decide no luchar contra lo inevitable, y dejarse llevar por esa locura a la que el mundo parece invitarnos. El resultado es un estilizado ejercicio de impresionismo ≠en el que bajo la hiper-estresada mirada del protagonista las líneas rectas que definen el laberinto urbano en el que la mayoría de nosotros hemos quedado confinados se deforman mostrando figuras imposibles, que de alguna manera nos hipnotizan... y al final, nos muestran lo que seguramente sean las verdaderas normas de este juego perverso que marca una existencia (la nuestra) en la que el ahogo parece ser la única respuesta posible.

Boi, poeta en permanente riesgo de asfixia, es un síntoma de nuestra era, y quizás por esto, estaba condenado a amagar con desaparecer en un abrir y cerrar de ojos, y sin dejar rastro. Pero no, al final sobrevivió, y ahora ya no hay excusa, porque en realidad, y por mucho que todas las señales indiquen lo contrario, seguimos teniendo el control de nuestras decisiones. Tanto de los tropiezos como, en este caso, de los aciertos más rotundos.