A. AGIRREZABAL - A. INTXUSTA
ALTSASU
Elkarrizketa
JOKIN UNAMUNO, IñAKI ABAD Y ADUR RAMIREZ DE ALDA
JÓVENES DE ALTSASU ENCARCELADOS

«El 18 de setiembre será el final de facto del caso Altsasu»

Unamuno y Ramirez de Alda llevan más de 1.000 días encarcelados por una trifulca con dos guardias civiles fuera de servicio. Abad, casi 500. Los tres han accedido, por primera vez, a una entrevista conjunta en un medio de comunicación.

Al filo de los mil días de prisión, a la redacción de GARA llegó la noticia de que Ramirez de Alda, Unamuno y Abad estaban dispuestos a conceder una entrevista. Hubo que, por tanto, hacer llegar las preguntas al interior de la cárcel de Zaballa y esperar a que salieran por escrito las respuestas. Estos condicionantes impidieron repreguntas o aclaraciones. Además, el texto contiene elementos ortográficos más propios del lenguaje escrito que se han respetado. Pese a las limitaciones, el texto es comprensible y trata con claridad los elementos fundamentales que se buscaban. Estas dificultades, asimismo, retrasaron la publicación, quedando ahora la entrevista a medio camino entre los mil días y la reunión del Supremo, fijada para el día 18, donde se revisará, por última vez, la sentencia. Las respuestas han sido consensuadas entre los tres firmantes, que se encuentran en Zaballa junto a los otros cuatro encarcelados.

Más de mil días. ¿Qué jóvenes entraron en prisión en 2016 y quiénes se encuentran ahora en Zaballa?

Entramos con edades comprendidas entre 21 y 22 años. Iñaki tenía 30. Ahora, tres años después, diríamos que somos unos jóvenes diferentes a cuando entramos, más maduros, debido a que hemos tenido que hacer frente a una situación muy difícil, a un entorno hostil lleno de momentos de tensión, y a una petición de 50 años de cárcel que ha condicionado todo hasta ahora. Todo esto en prisión preventiva, que añade incertidumbre, o en la calle (viviendo una especie de realidad alternativa).

Tiempo suficiente para reflexionar. ¿Qué análisis hacen de este proceso?

Si algo hemos tenido durante estos tres años es tiempo para reflexionar sobre todo lo sucedido e intentar atar cabos de una forma o de otra. No es fácil hacer un análisis en profundidad cuando entran tantos factores en juego. En el momento en que ocurrió el altercado en el Koxka, octubre de 2016, estábamos en un momento de incertidumbre y bloqueo político: repetición de las elecciones generales, el procés de Catalunya avanzaba y en Euskal Herria se daban pasos definitivos hacia la resolución del conflicto, por citar algunos escenarios importantes. En este contexto, y viendo el empecinamiento que tenía la Guardia Civil en Altsasu por ir en contra del movimiento que reivindica su salida de Euskal Herria, se aprovechó una bronca en la que dos miembros de la Guardia Civil fuera de servicio se vieron implicados (uno más entre los 9.571 casos análogos que ocurrieron en el Estado Español en 2016) para mezclar churras con merinas y, seleccionando gente al azar, activar toda la maquinaria mediática y política con el objeto de legitimar y justificar todo lo que después vino: un proceso en el que lo único que se ha buscado es el castigo ejemplarizante, la venganza y la confrontación en pro de oscuros intereses, utilizándonos como cabeza de turco. Auténtica jugada de cloacas.

Hemos visto en primera línea a Altsasu Gurasoak y a Altsasukoak Aske. Ahora quieren tomar la palabra ustedes. ¿A qué se debe este cambio?

Públicamente se ha proyectado la imagen de Altsasu Gurasoak y Altsasukoak Aske porque, por diferentes motivos, nosotros hemos trabajado de forma más discreta, pero ahora que la vista del Supremo se acerca queremos explicar el momento en el que nos encontramos de forma más amplia, ya que las entrevistas, hasta ahora, han sido a título individual. Por eso hemos decidido hacerlo ahora, antes de que el proceso acabe.

Poca gente no conoce el caso de los jóvenes de Altsasu. ¿Cómo han llevado ser protagonistas de un caso tan mediático?

Ha sido duro por varios motivos. Ver nuestros nombres y rostros en portadas de periódicos y televisión (señalados como agresores, dando por buena la versión de los denunciantes y la que sostuvo Covite), además de intoxicar el nombre de Altsasu y sus vecinos, inventándose historias y mostrando un completo desconocimiento de la realidad del pueblo, es algo intolerable. Al igual que utilizar el caso y el pueblo como circo mediático y arma electoral, como hicieron Ciudadanos, PP y Vox. Utilizar el sufrimiento de un pueblo para sacar rédito político nos cabrea.

La cara B de esto ha sido la solidaridad llegada desde muchos puntos del planeta. ¿Cómo se percibe desde dentro de una prisión?

Aunque toda esa solidaridad no se pueda apreciar totalmente desde la cárcel, la parte que nos llega nos da ánimos y fuerzas para hacerle frente al día a día. Y nos hace ser conscientes de la necesidad de la denuncia y la movilización. ¿Cómo estaríamos hoy en día si no se hubiese dado toda la solidaridad que ha habido? Pues seguramente en una situación bastante peor de la que nos encontramos.

Probablemente la mayor manifestación de la historia de Nafarroa haya tenido lugar para denunciar la desproporción en las penas que les impusieron. Decenas de miles de personas que no les conocen se movilizaron por ustedes. ¿A qué creen que se debe?

Creemos que la desproporción del caso es el pilar fundamental. A cada paso del proceso, la indignación en la calle iba en aumento: los encarcelamientos, la petición fiscal de 50 años, la denegación de pruebas y testigos que servían para desacreditar la versión oficial, ignorar el vídeo del exterior del Koxka, las detenciones y encarcelamientos del 5 junio de 2018... También la creciente desconfianza hacia la justicia al ver cómo tomaban decisiones que no casaban con el sentir de la sociedad. En Nafarroa, esto se vio con el caso de La Manada, donde se apreció una doble vara de medir (más allá de la inexplicable resolución) al ver que, con menos de dos semanas de diferencia y con los mismos 9 años de condena, unos salían de la cárcel mientras otros éramos encarcelados. Es decir, además del trabajo realizado por nuestras familias, amigos y vecinos, los mismos que han querido mostrarnos como lo que no somos (jueces, medios de comunicación, políticos y Guardia Civil) han ayudado, y mucho, con su actitud a ampliar la red solidaria con el caso de Altsasu.

¿Alguna anécdota de una carta, un mensaje… que refleje esta solidaridad?

Hemos recibido cartas de toda Euskal Herria y Catalunya, así como de diferentes lugares del Estado español y de lugares tan lejanos como Nueva Zelanda. Con estos, nos damos cuenta de hasta dónde llega el apoyo, y son interesantes las cartas de gente que ha sufrido o está sufriendo casos de injusticia parecidos al nuestro, al ver la especie de complicidad que surge entre personas que sufrimos la misma realidad, por mucho que seamos de lugares diferentes.

Durante todo este proceso, han conocido el régimen FIES. Desde hace casi un año, están los siete juntos en la prisión de Zaballa. Parece que el único modo de medir la dureza de una condena de cárcel es cuánto dura la condena. Pero, ¿cómo ha afectado en su día a día este cambio de situación?

Es verdad que el tiempo de condena refleja la dureza de la condena, pero el régimen de vida puede endurecerlo más, y eso se aprecia con el régimen FIES. Mientras estuvimos en esa situación arbitraria, los cacheos, los cambios de celda, traslados periódicos de módulo e incluso el cambio de cárcel estaban a la orden del día, y eran una gran losa ya que cada tres meses era volver a empezar, dado que cada módulo es diferente. También teníamos menos comunicaciones que los presos comunes (8 llamadas en vez de 10, derecho a mandar dos cartas por semana cuando normalmente no hay límite) y esas comunicaciones estaban intervenidas. Es decir, nos leían las cartas y grababan las visitas y las llamadas. Además de esto, también nos ponían dificultades e incluso prohibiciones para realizar actividades formativas y deportivas. Todo esto lo hemos vivido de forma diferente ya que estuvimos en cárceles diferentes y cada una tiene sus propios criterios de aplicación del régimen FIES. En este momento, estamos en régimen ordinario, por lo que hacemos lo que cualquier preso puede hacer. Tenemos las mismas oportunidades que los demás para realizar actividades y las mismas condiciones en las comunicaciones. El salir del FIES es un paso adelante en el régimen de vida en la cárcel.

Siempre se habla del sufrimiento que supone para las familias el alejamiento. ¿Pero cómo se vive desde dentro el tener presente el sobreesfuerzo que tiene para los seres queridos el hecho de estar recluidos a tanta distancia?

Se vive con angustia y ansiedad. Cuanta más distancia hay, el riesgo de accidente es mayor y por eso la preocupación la mantienes hasta que llamas a casa y te dicen que han llegado bien. También daña las relaciones porque familiares de edad avanzada, por motivos de salud, tienen que dejar de realizar visitas. A esto se añade la carga económica de viajar cada fin de semana. El alejamiento es una medida utilizada para hacer sufrir a las familias y amigos. Ahora, nosotros estamos a 65 kilómetros de Altsasu y estos problemas se reducen mucho, pero todavía hay mucha gente en una situación de alejamiento que, esperamos, finalice cuanto antes.

En setiembre el Tribunal Supremo revisará los recursos de la defensa. ¿Cuáles son sus expectativas?

Depende de la intención del Tribunal. Si se limita a aplicar el ordenamiento jurídico, vemos que puede haber reducciones de condena; si no es así y se mantiene la misma postura que hasta ahora, nos encontraremos más allá de nuestra propia situación, con el antecedente del uso arbitrario del «agravante de odio» de forma tergiversada, que ayudará a que se den casos parecidos por la aplicación de esta norma para ir en contra de lo que «no guste» y coartando más si cabe los derechos civiles y políticos. Queremos apuntar la importancia del TS, ya que, además de lo dicho anteriormente, la condena que dicte será la que tengamos que cumplir, por lo que se puede considerar como «la última batalla». Es verdad que podemos llegar hasta el TEDH, pero, a parte de no tener garantizada la admisión de los recursos, una posible resolución no tendría efectos prácticos, porque para cuando llegase estaríamos con la condena casi cumplida. Daría un espaldarazo a lo que llevamos diciendo desde el inicio, pero hasta ahí. Por ello, es importante que la gente tenga en cuenta que el 18 de septiembre es el final de facto del caso Altsasu.

En buena medida, se les procesó en base a la reforma penal del PP que abre el abanico de conductas tipificables de terrorismo. Por eso se les trató en prisión como terroristas. Ya nadie defiende que lo sean, ni siquiera los que les acusaron. ¿Hasta qué punto este “error” les ha roto la vida?

Esto te cambia completamente. A fin de cuentas somos una serie de personas que se ven de la noche a la mañana envueltos en una situación surrealista, arrancados de su pueblo y entorno, y encarcelados a cientos de kilómetros de casa, en lugares hostiles y bajo una acusación de terrorismo. Esto trunca tus expectativas de vida, en una especie de stand by, sin saber en qué momento acabará esta realidad que estamos obligados a vivir. Y ya son más de 1.000 días en esta situación.

¿Hasta qué punto hubieran cambiado las cosas si esto se hubiera resuelto como un altercado ordinario desde el primer momento?

La realidad sería completamente diferente. Si miramos esos casi diez mil casos análogos ocurridos en 2016, vemos que se resuelven con penas que no conllevan el ingreso en prisión, o incluso con multas. Si se hubiesen respetado nuestros derechos, entre los que se encuentra el derecho al juez natural, y el procedimiento se hubiese llevado en Nafarroa, no estaríamos haciendo esta entrevista.

Altsasu, como pueblo, se ha convertido en una suerte de símbolo de dignidad frente a la injusticia. ¿Cómo valoran la reacción de sus convecinos?

Ha sido una respuesta increíble, ejemplar y transversal. Personas de ideología muy diferente se han unido para hacer frente a una flagrante injusticia. Desde el minuto cero, decenas de personas han trabajado día y noche para apoyarnos a nosotros y a nuestras familias y amigos para denunciar el caso y lograr que se haga de una vez por todas justicia. Es una deuda que muy difícilmente podremos pagar.

¿Tienen algún mensaje para aquellos que les han apoyado?

No podemos más que agradecer todo el apoyo y solidaridad recibidos, empezando por nuestras madres y padres, sin los que poco de todo esto se podría haber logrado. También queremos dar las gracias a toda la gente que participa de una forma u otra en la plataforma Altsasukoak Aske por todo el trabajo que han realizado durante estos casi tres años, así como a los grupos de apoyo que se han creado en diferentes puntos del Estado y a las personas que han participado en alguna de las movilizaciones que se han convocado en cualquier pueblo y ciudad. MILA ESKER DENOI BIHOTZEZ!!!

¿Y algo que decir a quienes les han insultado?

A algunos medios de comunicación: que dejen de comprar la versión oficial sin contrastarla antes, y que dejen de hacerle el juego a los estamentos políticos, judiciales y policiales. Con su actitud, ayudan a agrandar la bola que acaba teniendo graves consecuencias para algunas personas. Nos quedamos con el calor y el apoyo recibidos.