Me da igual que me crean o no, pero juro y perjuro que me es mucho más difícil analizar esta película de aventuras palomitera que una sesuda obra de autor, por la sencilla razón de que no la entiendo. En principio sí capto que el mexicano Eugenio Derbez quiere triunfar en Hollywood llegando al público latino, pero hasta ahí. Todo lo demás me resulta inexplicable, y después de ver “Dora y la ciudad perdida” (2019) sigo sin discernir a qué franja de edad va dirigida. “Dora, la exploradora”, que yo sepa, es una serie de televisión infantil protagonizada por una niña. Sin embargo, la versión cinematográfica en imagen real pertenece al género de aventuras adolescentes, para así ampliar su audiencia potencial. Si soy malpensado he de sospechar que también quieren captar al público adulto, porque si no a qué viene que la actriz protagonista de origen peruano Isabel Moner tenga 18 años y su compañero de reparto Jeffrey Wahlaberg, que interpeta a su primo Diego, haya cumplido ya los 19. Imagino que a los padres y madres no les habrá pasado desapercibido que la chica está fisicamente muy desorrallada.

Vamos a pensar que han querido hacer un clon rejuvenecido de la Angelina Jolie de “Lara Croft: Tomb Raider” (2001). Y de ser así, no me encaja que la acción sea tan “light”, hasta el punto de que como cinta de aventuras infantiliza los modelos ochenteros de Spielberg “En busca del arca perdida” (1981) y “Los Goonies” (1985).

En medio de semejante lío, a nuestro Javier Aguirresarobe le ha tocado ejercer de héroe de la función, al tener que subsanar mediante su trabajo de fotografía lo limitado de los efectos visuales, dentro de un ajustado presupuesto que no llega a los 50 millones de dólares, y que finalmente no se está notando en la taquilla veraniega. Puede que dicha rentabilidad propicie una secuela que reúna de nuevo a adultos, jóvenes e infantes.