Dabid LAZKANOITURBURU
IRUN
CONGRESO INTERNACIONAL DE TERRORISMO YIHADISTA (I)

«Pero ¿cómo es posible que alguien sea capaz de hacer una cosa así?»

Es una pregunta que muchos se han hecho sobre los indiscriminados atentados yihadistas. Pero tiene respuesta, horadando en la sique y en la narrativa personal. Lo que resulta aterrador, pero esperanzador, porque la respuesta puede paradójicamente ayudar a prevenirlos.

«¿Como es posible que alguien haga una cosa así?». Esa pregunta sirvió a Vicente Garrido, profesor de la universidad de Valencia, para arrancar la ponencia del plenario que cerró ayer el Congreso Internacional de Terrorismo Yihadista celebrado estos días en Ficoba, Irún, en el marco de los cursos de verano de la UPV-EHU.

Pregunta pertinente y que seguro que casi todos nos hemos hecho tras atentados como los de París o Madrid, pero a la vez «muy clásica y vieja en criminología», como recordó el propio Garrido, presentado «como la mayor autoridad del Estado español en sicología criminal», y autor de un libro de reciente publicación titulado “Asesinos múltiples”.

«Es verdad que el terrorismo y específicamente el yihadista tiene sus peculiaridades, pero esta pregunta ya se la hacían en EEUU hace 50 años, con motivo de los crímenes de Manson», puso un ejemplo de rabiosa actualidad, recordando cómo unas jovenes universitarias mataron a puñaladas a una embarazada de ocho meses y medio.

Pues resulta que la pregunta tiene respuesta, lo que a la vez puede resultar intelectualmente tranquilizador, pero de otro lado absolutamente inquietante.

Porque hay una explicación racional a esa pregunta y apela a una motivación que se sustenta en un relato, en una narrativa.

«Ya sé que la cuestión del relato está muy de moda en la política actual, que la ha hecho suya de una manera frívola, pero me refiero a la importancia de la narrativa como factor explicativo», señaló el profesor.

Así, a la pregunta que tras los atentados de Barcelona se hizo la trabajadora social que había tratado con los jóvenes de Ripoll, «que iban a la escuela, jugaban al fútbol y tenían todo un futuro por delante», Garrido apuesta por cambiar la pregunta. «¿Qué creían esas personas? Ahí es donde se inserta la sicología narrativa, la búsqueda y comprensión del significado de los actos para el sujeto», indicó.

Garrido presentó una investigación sobre los factores de riesgo asociados al yihadismo realizada en su departamento sobre 116 atentados cometidos en Europa y EEUU entre 2006, «año en el que irrumpe el ISIS y desbanca a Al Qaeda», y 2018, atentados en los que estuvieron implicados 145 sujetos y se saldaron con 361 víctimas.

Desmontando mitos

El estudio desmonta muchos mitos sobre los autores en la sique colectiva e incluso en muchos discursos políticos.

La mayoría de ellos –el estudio incluye en esa categoría los porcentajes superiores al 55%–, son de clase media baja y «no viven en los márgenes extremos de la sociedad». Son, asimismo, «nacionales y no extranjeros, lo que abona a su vez la pregunta de cómo fueron capaces de atentar contra su país» o el país de acogida de sus ancestros. Tienen, además, un historial criminal, concretamente problemas de conducta e incluso conductas de riesgo, en algunos casos violentas aunque no en la clave «terrorista» yihadista.

Y a una percepción victimista, que va de la mano de la justificación de la violencia, del uso de terminología militar y de la demonización, le suman la necesidad de buscar una identidad y de pertenecer a un grupo.

Garrido volvió a los atentados de Barcelona para diferenciar entre la percepción que tenían los compañeros de sus autores de la que tenían ellos mismos: «Podemos hablar mucho sobre su juventud y su futuro, pero lo importante es cómo percibían ellos sus circunstancias. Lo que se resume en la sentencia de ‘al final siempre serás el moro’».

Seudoyihadistas

La investigación se completó con un estudio del perfil de los autores de los atentados que como conclusión permite colegir que la vida de no pocos de ellos fue muy parecida a la de los asesinos múltiples, asesinos de masas en inglés, y en EEUU conocidos como los «tiradores».

El autor del salvaje atentado de Niza es el paradigma de lo que el estudio califica como seudoyihadistas. «Un sujeto que no había pisado una mezquita y que se radicalizó en un corto espacio de tiempo (menos de un año), y luego apeló a su condición de persona de origen musulmán para presentar y justificar ante el mundo su razón para matar» a casi cien personas arrolladas bajo su camión.

Como los asesinos múltiples, «matan porque buscan un significado a sus vidas, una nueva identidad» frente a la que tienen y no les gusta. Se sienten don nadies».

El estudio suma a los seudoyihadistas los lobos solitarios, que actúan solos, pero han recibido adoctrinamiento e incluso instrucción, y los «terroristas solitarios», que como los primeros se han autorradicalizado, pero que, a diferencia de aquellos, sí que tenían una instrucción religiosa. Estas tres categorías incluyen casi a tres de cada cuatro implicados en los atentados analizados.

La necesidad del relato

Esa búsqueda de una nueva identidad necesita un relato, «y eso es lo que el ISIS ayudó a suministrar, con su estética cinematográfica y su narrativa…».

Un relato, el de cada uno de los autores de los atentados, cuya comprensión, continuó el experto, es esencial para prevenir esos riesgos y que, a modo de ejemplo, y precisamente en clave islamófoba, plasmó en directo el supremacista blanco autor del reciente atentado en Nueva Zelanda (51 muertos).

Porque, como sostuvo Garrido, «es verdad que puede haber factores que empujan a un joven yihadista a atentar, pero también hay factores que tiran, que atraen, y el hecho de que la violencia sea un acto sensorial y sicológico muy potente no es el menor de ellos». Lo que no excluye que son muy pocos los que lo hacen».

Lo hacen «buscando seguridad existencial ante cuestiones no menos existenciales como la inseguridad ontológica que da la necesidad de asumir que uno va a morir, ante la incertidumbre y la ansiedad vital, ante la soledad antropológica tanto cuando nacemos como cuando morimos, ante la percepción de que no hay un propósito en la vida, que la vida de uno no es ni una anécdota», dijo.

Qué hacer

Dilemas que tenemos todos, pero que ellos son incapaces de superar y a quienes el ISIS proporciona a la vez «una vida (y una muerte-martirio) emocionante y sentimiento de pertenencia a una comunidad».

Un diagnóstico que será certero, aunque resulta aterrador –«el ser humano es así», resumió–, pero que convoca a otra pregunta: ¿Qué hacer?

«Hagamos lo posible por el empoderamiento de esos jóvenes, por hacer personas más resilientes, más fuertes, con pensamiento crítico y forjemos a la vez una sociedad con suficiente capital social para no permitir que prospere ese tipo de relato», apuntó.

Labor difícil, sin duda, y que precisará mucho tiempo y sinsabores, pero que es «vital para la prevención, tan o más importante que la labor judicial-policial». Y que debe, en todo caso, desterrar lugares comunes y «estigmatizaciones, que no hacen sino reforzar ese relato».

 

«Hay yihadistas a los que no habría que excarcelar nunca»

Bahae Eddine Boumnina, analista nacido en Larache, ciudad foco yihadista del norte de Marruecos, tiene claro que, como reza el título del taller que impartió el miércoles en el congreso, la cárcel no es la solución y es un catalizador para los yihadistas. Pero que nadie se lleve a engaño: la cárcel no es la solución tal y como está planteada ahora. Porque lo que defiende es que hay yihadistas que deben ser encarcelados de por vida, «en un Guantánamo, pero sin torturas», porque son irreinsertables.

Distingue, para ello, entre los yihadistas «sensacionalistas, que ni han leído el Corán y son adoctrinados en prisión después de haber sido hábilmente señalados como pecadores y víctimas del sistema», y los «yihadistas fundamentalistas, que se alegran de estar en la cárcel porque es una señal de Dios y una fase más en su radicalización».

Los primeros, «violentos e imprudentes, son paradójicamente menos difíciles de reformar», pero para ello el experto y colaborador con la Policía española propone un modelo penitenciario de «aislamiento, no en celdas, sino del entorno», y su reclusión en un ambiente «occidental pero no vulnerable, es decir, que no alimente su victimismo innato en calidad de inmigrante o de descendiente de inmigrantes».

Por contra, y a su juicio, los yihadistas «fundamentalistas» son, por lo general, inmunes a cualquier programa.

En este sentido, Eddine alerta de que «en dos o tres años saldrán de la cárcel muchos de ellos tras cumplir sus condenas, a los que se unirán los retornados de Siria e Irak, que eran miles en Europa y todos ellos no han muerto».

El analista Manuel J. Gazapo coincide en el diagnóstico y añade una alerta más, la de que habría yihadistas que estarían cometiendo delitos a propósito para entrar en la cárcel y así proseguir con esas labores de adoctrinamiento.

Preguntados ambos por los instrumentos jurídicos para encerrar a alguien en prisión de por vida. coinciden en aludir a los casos de los violadores en serie y avanzan soluciones como la de la prisión permanente revisable, en el debate político en el Estado español.D.L.