El colectivismo en una sociedad china perjudicada por el control de natalidad

Se ha podido ver en Zinemaldia dentro de la sección Perlak, pero la película china “Di jiu tian chang” (2019) venía de ganar sendos premios interpretativos en la Berlinale, ya que los Osos de Plata de Mejor Actor y de Mejor Actriz fueron a parar a la pareja principal de la película formada por Wang Jingchun y Yong Mei. No son ni mucho menos los primeros galardones que recibe el cine de Wang Xiaoshuai a lo largo de su carrera, destacando su primer triunfo en Berlín con “La bicicleta de Pekín” (2001), en Cannes con “Sueños de Shanghai” (2005) y, también en la Berlinale, con “I love we trust” (2007).
La duración de tres horas para el nuevo largometraje de Wang Xiaoshuai está más que justificada, porque su toma tiempo para describir un arco narrativo que abarca la vida de un matrimonio durante más de tres décadas a modo de reflejo de lo que ha sido China desde los años 80 hasta el presente. “Hasta siempre, hijo mío” (2019) quiere reflejar cómo han ido afectado los grandes cambios políticos sufridos durante todo ese tiempo a la vida de las personas, teniendo en cuenta que en teoría el colectivismo ha prevalecido sobre el individualismo. Lo cual resulta paradójico debido a la corrupción que se ha instalado en las altas esferas del país durante la transición del sistema comunista al capitalista.
Una de las herencias del maoismo fue la del control de natalidad, bajo el lema de «una pareja un hijo». La ley del hijo único ha provocado muchas maternidades frustradas, negadas o secretas. Para el matrimonio protagónico la perdida de ese único hijo supone un losa emocional en su día a día, y a pesar de todo han de irse adaptando y superar las trabas con las que se van encontrando. Su relato pertenece a un entorno pobre y gris, descrito al detalle con una técnica naturalista en la que la simbología vital del agua cobra una muy especial significación.

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