EDITORIALA
EDITORIALA

Claroscuros del activismo por la urgencia climática

Una semana más tarde que en el resto del mundo se celebró en el Estado español la huelga estudiantil y de consumo contra el cambio climático impulsada por el movimiento Fridays for Future, liderado por la activista Greta Thunberg. Sindicatos, organizaciones ecologistas e incluso algunos actores del Zinemaldia se sumaron a los estudiantes en Euskal Herria para exigir acciones concretas y urgentes contra la catástrofe ecológica.

Este movimiento estudiantil ha conseguido notoriedad rápidamente atrayendo a miles de jóvenes con referencias a un mundo en peligro e interpelaciones a los políticos para que hagan más. Sorprende el éxito que es también fuente de recelos, sobre todo, por parte de muchos movimientos ecologistas que luchan contra grandes proyectos, sin ningún apoyo mediático y muchas veces jugándose, literalmente, la vida. Una desconfianza comprensible en parte, aunque no conviene menospreciar el impacto positivo que está teniendo en la conciencia ecológica, especialmente de la juventud. Con todos sus defectos ha conseguido activar el interés por las cuestiones medioambientales. Es posible que los discursos caigan con facilidad en el simplismo y el maniqueísmo, pero también sitúan a los jóvenes ante cuestiones políticas de envergadura.

Si los efectos positivos son claros, los límites del enfoque también son palpables. Interpelar a los políticos sin una agenda clara permite a estos situarse cómodamente a este lado de la barricada. Así, el Gobierno español aprobó ayer un plan contra la contaminación del aire, el de Urkullu declaró este verano la emergencia climática, e incluso el diputado general de Gipuzkoa, Markel Olano, se permitió la desfachatez de reivindicar la incineradora como proyecto alineado con la lucha contra el cambio climático. Todos se han subido al barco. Ahora toca establecer criterios y definir medidas prácticas para obligarles a pasar a la acción y hacer frente a la urgencia climática.