Turingia marca el cambio del paisaje político en Alemania
Turingia, un land del Este de Alemania con apenas 1,7 millones de electores, asestó el domingo un duro golpe a la Unión Cristianodemócrata (CDU) de Angela Merkel, que de primera fuerza regional cayó a la posición de tercera, tras Die Linke y la xenófoba AfD, que ha sacado pecho ante el creciente apoyo cosechado.

Las fuertes pérdidas de democristianos y socialdemócratas ahondan sus crisis internas. Die Linke ha de decidir cómo puede aprovechar esos cambios a nivel nacional.
El único vencedor de los comicios regionales de Turingia es el ministropresidente de este Estado Libre, Bodo Ramelow. El resultado final le da el 31% de los votos, casi tres puntos más que hace un lustro. Por primera vez, su partido, Die Linke (La Izquierda), logra este récord en un estado federal situado en la desaparecida República Democrática Alemana (RDA). En este territorio, Die Linke tiene sus raíces que llegan hasta el Partido Socialista Unificado de Alemania (SED) que gobernó la RDA durante 40 años hasta 1990.
Ramelow puede considerar este triunfo como un logro personal porque el 48% de los votantes que se inclinaron por Die Linke lo hicieron por él.
Según una encuesta, en el ranking de la importancia que tiene el perfil de los candidatos en la decisión de los electores, Ramelow subió del 10% (2004) al 37% (2019). Estos datos tendrán que hacer repensasr a los estrategas de Die Linke, una formación bastante reacia a que uno u una de los suyos adquiera una posición de liderazgo derivada de su forma de ser y de hacer política.
Ante la opinión pública, a Die Linke le viene muy bien esta victoria tras los debacles sufridos en las elecciones europeas y en las de Sajonia y de Brandenburgo, donde vieron reducidos a la mitad los resultados anteriores.
El buen resultado obtenido en Turingia ha librado de momento a los copresidentes de la formación, Katja Kippling y Bernd Riexinger, de tener que dar explicaciones de aquellos desastres electorales.
Ambos se enfrentan a los dos sectores que cohabitan en el grupo parlamentario del Bundestag, el de Dietmar Bartsch, dispuesto a gobernar con el SPD y los Verdes ecologistas, y el izquierdista de Sahra Wagenknecht, que rechaza ese tipo de coaliciones. Dado que Wagenknecht dejará el cargo en noviembre se abrirá un vacío.
Está por ver si Ramelow intervendrá y cómo lo hará. Por el momento, tiene otras prioridades. «Es indiscutible que tengo el encargo de formar gobierno», ha subrayado en sus comparecencias desde el domingo.
He aquí su problema principal. Sus socios del tripartito han perdido votos. El Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) ha perdido más del 4%, mientras que los Verdes, un 0,5%.
Para seguir gobernando con mayoría, Ramelow necesitará a otro socio, como el Partido Liberal Demócratico (FDP), que gracias a 5 votos ha podido regresar al hemiciclo de Erfurt superando por muy poco el límite eliminatorio del 5%.
Sin embargo, el FDP de Christian Lindner, aliado de Ciudadanos en Bruselas, ha rechazado cualquier tipo de cooperación.
Ramelow ha anunciado que hablará con todos los partidos, menos con la xenófoba Alternativa para Alemania (AfD) de Björn Höcke, la segunda fuerza política que, con el 23%, ha duplicado el número de votos.
El lunes, el jefe regional de la CDU, Mike Mohring, recibió el visto bueno de la ejecutiva nacional para poder conversar con su homólogo socialista.
Sobre él pende como la espada de Damocles la resolución de su congreso que prohíbe cualquier tipo de cooperación con Die Linke y con la AfD.
Sin embargo, el 68% de sus votantes turingios opina que se debería revisar este veto.
Sobre la mesa está la opción de una coalición liderada por Ramelow y secundada por Mohring. Aritméticamente sería la única opción de formar un gobierno con mayoría. Pero esta vía podría profundizar la crisis interna de la CDU, ya que otro sector se inclina hacia la AfD como futuro socio. Con la mirada puesta en el congreso que la CDU celebrará en apenas cuatro semanas, se ha abierto la veda contra la presidenta Annegret Kramp-Karrenbauer, apodada AKK por su partido.
Desde que asumió la Presidencia hace menos de un año su partido ha ido perdiendo votantes en las cuatro elecciones de 2019. En Turingia ha perdido el 11% de los votos, quedándose en el 22%, por detrás de la AfD.
La organización juvenil cuestiona ahora el liderazgo de AKK y su capacidad para ser candidata a canciller. «Quien considera que hay que aclarar esta cuestión, tendrá la oportunidad de hacerlo en el congreso federal», ha retado AKK a sus críticos. Su predecesora, Angela Merkel, no ha participado en la campaña electoral, manteniéndose alejada de todo en su último bastión, la Cancillería.
También la AfD afronta nuevas tensiones internas, ya que Höcke, a quien, según una sentencia, se le puede llamar «fascista», se ha visto rehabilitado por su éxito electoral, lo que le permitirá ampliar su influencia en las estructuras nacionales del partido. Aún así, «nosotros somos la nueva mayoría burguesa», sostiene el coportavoz federal de la AfD, Alexander Gauland. Desde el punto de vista estratégico, la formación azul ha de decidir si busca la cooperación con la CDU o si la combate. Desde el espectro derechista, se halla en la misma situación que Die Linke, que sigue dividida acerca de si debe tratar al SPD como socio o competidor.
Los socialdemócratas han perdido por completo el arraigo en todas las clases sociales y capas de edad, corriendo el peligro de extinción. El 72% de los turingios no sabe qué política defiende y el 89% echa en falta una dirección. La actual, en funciones, lidera el SPD a la espera de que las bases elijan por fin a sus nuevos lideres con un sistema online defectuoso.
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