Nagore BELASTEGI
HERNANI
Elkarrizketa
FÉLIX BUFF
BATERÍA DE WILLIS DRUMMOND

«Nuestras discusiones sobre los temas sociales no se pueden quedar en la furgo»

«Zugzwang» ya está a la venta y disponible en las plataformas digitales. En Durango lo presentarán en vinilo y en USB toda su discografía. Es una autoproducción firmada por Tabula Rasa Records y cuenta con el apoyo del sello neoyorkino Like Literaly, que distribuye el disco en EEUU.

El grupo de Baiona convertido en trío –Félix Buff, Jurgi Ekiza, Xan Bidegain– estrena nuevo disco, “Zugzwang”. Los pillamos en plena promoción, sin apenas descansos pero con ganas de arrancar una nueva etapa de conciertos. El batería de la banda nos atiende con un café sobre la mesa que se le queda frío.

¿Qué es «zugzwang»?

Es un nombre alemán que se refiere a una posición de ajedrez. Estas en zugzwang cuando cualquier movimiento que hagas será malo para ti. Hemos usado esta analogía para el nombre del disco porque nos parece que hoy en día vivimos una época agridulce y estamos en esa posición de zugzwang en nuestras vidas.

Han vuelto a apostar por vuestro sonido habitual con tintes de rock clásico.

Es rock algo menos clásico. Hemos contado con la ayuda de mi hermano Johannes Buff, que es un productor reconocido. Se mueve por todo el mundo y se ha instalado hace poco en Baiona. Hemos podido trabajar en familia en este disco: en el estudio de nuestro técnico de sonido Iñigo Irazoki, y con mi hermano como productor.

Hemos logrado que cada canción suene a un mundo aparte, y hemos usado herramientas que no habíamos usado antes como sintetizadores, aunque a primera vista no se distingue tan fácilmente. No obstante, si escuchas bien la música, te das cuenta que detrás hay mucho trabajo de producción.

Encontramos canciones más cañeras y alguna más lenta.

Hay una balada, “Bigarren aukera”, que es un blues un poco raro. Es una canción que a mí me gusta mucho. Contamos con la ayuda de Anari, que para mí es una cantautora muy especial porque es la primera que me abrió las puertas a la música euskaldun, la primera que me ha llegado al corazón y le debo mucho. En esa misma canción contamos también con la participación de Joseba Irazoki, otro compañero de ruta, el grupo Botibol e Igor Telletxea.

Dicen que han hecho el disco de forma «artesanal». ¿A qué se refieren?

Es la primera vez que contamos con tantas canciones mías. He aportado siete canciones al disco y hemos hecho otras tres juntos. Esas canciones provienen de un año de inspiración. Cuando no estábamos de gira, me levantaba en casa, me tomaba un café y me ponía a componer y a grabar sin saber muy bien a quién iban dirigidas las canciones. He hecho unos 20 temas de este modo. Cuando nos pusimos a hacer el disco enseñé las demos al resto de componentes de la banda y les gustó el material que había. Después eliminamos mis voces para dejarlas en manos de Jurgi, que también ha hecho las letras y las melodías, y nos encerramos una semana en una casa en el bosque cerca de Burdeos. Dejamos reposar el material grabado allí y un mes más tarde lo volvimos a escuchar e hicimos otra semana de composición en una casa familiar que tiene Xan, junto a la chimenea, en familia.

Parece artesano porque hemos probado muchas cosas; teclados que no formaban parte del sonido Willis Drummond, guitarras con sabores diferentes, y el bajo también tiene ahora más protagonismo porque es el primer disco que grabamos en trío. Este formato nos obliga a sacar cada elemento al primer plano.

¿Han notado mucho el cambio de pasar de ser cinco, después cuatro y ahora tres?

Al principio teníamos ansiedad de rellenar las canciones, pero ahora estamos plenos y no vamos a integrar a ningún otro componente para la gira. Vamos a hacer que las canciones funcionen en trío, y creo que lo vamos a lograr porque, al menos las canciones que yo compuse, provienen de sesiones de guitarra y voz. De este modo te aseguras que puedes tocar la canción en cualquier formato y va a funcionar.

En cuanto a la forma de trabajar, hace mucho que nos conocemos y hacemos música juntos, así que la cosa va muy rápido. A veces no hace falta ni hablar. Sabemos con una mirada lo que opinamos.

¿Es esa unión de los tres lo que han querido representar con la foto de la portada?

Es un morphing de las tres caras. Es una obra de Ramon Zabalegi, un artista natural de Irun con quien hemos hecho los cuatro últimos discos. Él cogió nuestras fotografías y las fusionó. Se puede intuir quién es quién, pero creo que es una persona diferente. Él es Willis Drummond.

«Lehentasuna» es el primer single. ¿Tuvieron claro que tenía que ser esa canción?

En las demo era más folk, y al tocarlo con la banda se ha convertido en algo más eléctrico. Es un tema que representa bien la intención del disco porque habla de a qué le damos importancia, representa nuestra falta de rigor a la hora de distinguir lo que es importante y lo que no.

Es el tema más pop del disco y, tal vez, el más alegre que hayamos hecho nunca a nivel musical. Para todos fue el tema que tenía que ser el single. Normalmente hay un debate interno sobre cuál es la más pegadiza, pero esta vez hemos tenido bastante claro que esta era el hit.

Una de las características son sus letras comprometidas. También esta vez.

Willis Drummond desde el principio ha sido una banda política, pero no en el sentido partidista sino de política universal. ¿Qué puedo hacer yo para que cambie la situación a nivel global? En las letras del disco se mencionan esas cosas porque es algo de lo que no podemos escapar. El mundo en el que vivimos necesita que seamos parte aquí y ahora de nuestra historia y nuestro futuro.

Estamos en zugzwang, estamos contra la pared. Este disco habla de la urgencia de esos problemas. Nos parece que, como músicos, nuestras discusiones sobre los temas sociales no se pueden quedar en la furgo. Este disco es el más abiertamente político.

En «Sari soziala» critican las redes sociales. ¿Acaso está de moda esa posición?

A nosotros nunca nos han gustado las redes sociales, desde el principio veíamos la trampa. La canción dice que estamos tan cerca y a la vez tan lejos los unos de los otros. Tenemos acceso a comunicarnos con mucha gente, pero físicamente, en la calle, en un restaurante, no lo hacemos. Ahora vamos a un restaurante y cogemos los móviles y los metemos en un rincón para que ninguno lo pueda coger. Eso es un reflejo de lo que han llegado a ser las redes sociales. No vivimos juntos en la vida real, parece que tenemos una vida en la nube en la que estamos conectados, pero creo que es una mentira.

Si está de moda criticar las redes sociales creo que es algo positivo, igual que la moda de la ecología o la del feminismo. A quienes no nos gustan las modas las criticamos, nos parece que todas son perjudiciales, pero en este caso creo que a veces es bueno que se ponga de moda. Podría pasar lo contrario, que se ponga de moda no debatir y no comunicarnos; para mí comunicar supone la responsabilidad de defender tu idea, o de cambiarla, pero no puedes echar al mar una botella de odio porque si no hay nadie para recibirla no tiene valor.

Y en esas conversaciones de furgoneta, ¿qué opiniones surgen sobre el panorama musical en Euskal Herria? ¿Cómo ven las influencias que vienen de fuera?

Creo que el panorama está muy sano a nivel musical y no veo nada mal que entre el trap o la electrónica, o las formas musicales de hoy en día, en la música euskaldun. Creo que es muy saludable y demuestra que la nuestra es una cultura viva.

Es verdad que a nivel de rock –nosotros, los dinosaurios de la música– va menos gente a los conciertos. Nosotros tenemos la suerte de que todavía viene gente a vernos, pero también toco con bandas más alternativas como Joseba Irazoki y Botibol y he notado que en esas escenas no hay jóvenes en los conciertos. Espero que vayan a otros conciertos, pero intuyo que los jóvenes no salen de casa apenas, no se juntan en un bar. Cuando nosotros éramos jóvenes huíamos de casa, y ahora parece que tienen miedo a salir de ella. Están conectados por internet, jugando en la consola en línea o hablando entre ellos por Whatsapp. Estoy un poco perdido en cómo viven los jóvenes, aunque tenga 33 años. Me preocupa que no haya relevo en los gaztetxes para organizar conciertos o que no haya público para ver una banda, que no se junten para disfrutar de una causa común. Es ahí donde veo el fallo, y no en las propuestas musicales.

Tras algunos conciertos en Euskal Herria se van a Japón y Australia. ¿Es su primera vez?

En Japón estuvimos el año pasado y la gira fue genial. Fue uno de los viajes de mi vida. Tocamos en clubs pequeños, empezamos la gira con poca gente pero a medida que avanzaba la gente repetía y al final había unas 80 personas y fue una gran fiesta.

En Japón estás como en Marte. Coger el tren para salir del aeropuerto ya es una expedición de la hostia. Lo bueno es que no hablan mucho inglés, así que el euskara más que una barrera es algo que quieren conocer. Otra cosa que me gustó mucho es que la mayoría de los técnicos eran mujeres, y las bandas eran bastante mixtas. No me extrañó porque es una sociedad más avanzada que la nuestra, con sus defectos.

Así que próximamente volvemos a Japón y también vamos a Australia, que es un sueño para mí, incluso hice una canción al respecto. Melbourne es la meca del rock y será una gran experiencia ir allí y respirar el polvo australiano. Tengo una buena sensación. Estaría bien coger una furgo y recorrer toda la costa los tres juntos.