Jon ORMAZABAL

UNAI Y ASIER , «ALTUNISTAS» EN MADRID Y BARCELONA

En un mundo del deporte profesional cada vez más global, iconizado y dependiente de grandes nombres y marcas, la pelota se muestra minúscula ante ídolos del tamaño de Messi, Nadal o Lebron James. Por fortuna, pelotaris como Jokin Altuna han conseguido, con su magia en la cancha y su personalidad fuera de ella, romper nuestras fronteras y ampliar el horizonte en plazas otrora importantes para este deporte como Madrid o Barcelona. Unai Díaz González, madrileño de 11 años, y Asier Arribas, barcelonés de 14, no se perderán el domingo la final del Cuatro y Medio del Nafarroa Arena, enfundados en la misma camiseta roja del amezketarra con la que atendieron a GARA el pasado fin de semana, en el que ambos estuvieron visitando Euskal Herria, el primero en Gipuzkoa y el segundo en Larrabetzu.

El motivo de su estancia entre nosotros es también parte importante de su vínculo con nuestro deporte, en ambos casos con sus padres como impulsores. Fue la práctica de lapelota la que trajo a Asier Arribas el pasado fin de semana a tierras vizcainas, donde participó en un encuentro de jóvenes pelotaris de Lezama y de la Casa de los Navarros de Barcelona. A Asier le tocó jugar el domingo, mientras que su hermana Leyre lo hizo el sábado, en este caso en un encuentro con las integrantes del club Txokoan de Larrabetzu.

Y es que este deporte es prácticamente un leitmotiv en casa de los Arribas. Rubén, el padre de Asier, es uno de esos «chalados» de este deporte que, donde haya una pelota y una pared, allí estará para estirarse y cruzar unos pelotazos como practicante o echar un cable como organizador. Uno de sus últimos quehaceres es la escuela de pelota de la Casa de los Navarros de la capital catalana. «La cogí con cuatro o cinco niños, que ya iba a cerrar, y ahora tenemos 50 niños y otros 50 mayores, asi que contentos, pero esto es un oasis en Barcelona, luego no hay más. Hay algún club de mayores y poco más, pero mientras los críos quieran y se pueda, habrá que seguir», apunta en una desapacible mañana en el frontón de Larrabetzu. «Pero aquí los frontones son buenos, son cubiertos, no como los nuestros».

Y Arribas conoce bien los frontones de Euskal Herria, especialmente los de Nafarroa y Gipuzkoa, a donde suele acudir con cierta frecuencia con sus chavales del club en busca de nuevos retos y experiencias. «Es un poco la forma que tienen de foguearse. En nuestro entorno sólo está nuestro club y los críos, jugando siempre contra los mismos, al final se aburren. Aquí vienes y cada vez tienen un rival nuevo y así es como se aprende. Aparte de eso, adquieren cultura y es una forma de pasar los fines de semana con los críos y la familia, otra forma de vivir. Somos unos locos de la pelota y nos tenemos que venir aquí de vez en cuando».

Casi por casualidad

La conexión de Unai Díaz con la pelota es mucho más casual, aunque su nombre, al igual que el de sus hermanas Tarek y Sarah, puestos como gesto hacia tres de los pueblos que sus padres consideran como los más oprimidos del mundo, ya da alguna pista sobre el cariño que se procesa en ese hogar madrileño a Euskal Herria.

Unai cuenta ser un fanático de todos los deportes y fue el atletismo, concretamente la Behobia-Donostia, el punto de partida de su afición por la pelota. «Desde que mi padre corre aquí, me enseñó lo que era la pelota y desde entonces la sigo por la tele cada vez que puedo», nos cuenta el joven madrileño, horas después de participar en la Behobia Txikia, prueba que en un principio era de correr con la camiseta de Jokin Altuna, «pero como llovía mucho y está firmada, no quería que se me estropeara y he corrido con una camiseta de la carrera que organiza mi padre con unos amigos», apunta al calor del restaurante Txindoki de Amezketa, regentado por una tía de Jokin Altuna, donde repuso fuerzas junto a sus padres, sin quitar ojo a la televisión, con Jon Ander Peña haciéndose con la txapela de Promoción en el Labrit al tercer intento.

Al contrario que en el de Asier, que se desenvuelve como delantero y que desde pequeño ha competido tanto en frontón como en otras modalidades –con sólo 10 años jugó una final de frontball en Angelu siendo alevín– en el entorno del joven madrileño la pelota es completamente ajena, lo que a veces le hace sentirse como un extraterrestre. «No conozco a nadie más que le guste la pelota. En Madrid todo es el fútbol, y un poco el baloncesto, pero sobre todo el fútbol es lo que se lo queda todo», nos explica. Su padre Raúl nos contó que, gracias a unas amistades, consiguieron una pelota firmada por Jokin Altuna y Unai intentó que sus compañeros de colegio se aficionaran a nuestro deporte sin demasiado éxito. Desde entonces, el rellano de su casa en Madrid es su guarida en la que pegar unos cuantos pelotazos sin que, por el momento, haya levantado quejas por parte de los vecinos.

Así que la televisión e internet, por donde se las suele ingeniar para seguir los partidos que puede, habían sido hasta ahora su principal contacto con este deporte, si bien el domingo pasado, poco después de que su padre luchara contra las inclemencias del temporal para acabar la Behobia, tuvo la suerte de acudir al Beotibar tolosarra, donde al margen de presenciar sus primeros partidos en directo, tuvo la oportunidad de entrar en los vestuarios y echarse unas fotos con algunos de los pelotaris que jugaron el domingo por la tarde en la localidad guipuzcoana, aprovechando esa cercanía de los deportistas, un valor no siempre lo suficientemente explotado por las empresas y que sí podría suponer un valor añadido en comparación con el hermetismo de otras especialidades hiperprofesionalizadas. «Es un juego que parece fácil pero es muy complicado», desgrana Unai con admiración.

Así que, a la espera de que el remozado Beti Jai de Madrid pueda albergar alguna función, lo que, sin duda, podría suponer un punto de inflexión entre los pelotazales madrileños, que «haberlos haylos», incluso entre los que suelen acudir al palco del Santiago Bernabéu con cierta asiduidad, a Unai no le ha quedado otro remedio que sucumbir a la tiranía del deporte rey a la hora de practicar deporte con sus amigos.

En lo que estos dos jóvenes no difieren es en sus preferencias en torno a la final del domingo en el Navarra Arena, en la que se decantan por el nombre inscrito en la espalda de sus camisetas, Altuna III, pese a que el color rojo de las mismas, por eso de ser el más veterano de los dos, le tocará vestir a Joseba Ezkurdia, vigente campeón de la especialidad.

Ambos le ven con posibilidades de ganar y ése es su pronóstico de cara al domingo, aunque ninguno se atreva a ofrecernos un marcador exacto. Les basta con que el amezketarra se cuelgue su segunda lana del acotado en su cuarta final consecutiva.

De Irujo a Altuna

¿Pero de dónde les viene su afición por Jokin Altuna? Es evidente que ninguno de los dos tiene mal gusto, pero aquí también existen diferencias entre el barcelonés y el madrileño. En el caso de Asier Arribas, lo suyo fue algo así como una evolución lógica, ya que su primer ídolo era Juan Martínez de Irujo, algo que comparte con Jokin Altuna, pero la precipitada retirada del de Ibero le hizo decantarse por el amezketarra. «Me gustaba Irujo, pero cuando se retiró era Altuna el que más me gustaba de los que seguían, le comencé a seguir y hasta ahora», nos cuenta el pelotari catalán, que no podrá estar en la final del domingo pero que sí que ha tenido la oportunidad de ver a su ídolo en acción. Lo hizo además en un partido especial, en el homenaje que en julio de 2018 se le tributó en Amezketa tras la consecución de su txapela Manomanista. Eso sí, el resultado del Larrunarri no fue el esperado, pues Irribarria-Rezusta no dieron opciones al pelotari local y Julen Martija (9-22).

En el caso de Unai Díaz, la elección de Altuna también fue bastante más circunstancial y fue la amistad de su padre con gente cercana a Jokin Altuna la que le llevó a hacerse seguidor del puntillero guipuzcoano, al menos en un primer momento. Luego, la magia del amezketarra se encargó de que la conexión perdurara en el tiempo. «Lo que más me gusta es la forma de cómo saca y los remates que realiza, que son muy espectaculares», analiza con la inocencia de la mirada de un niño de sólo 11 años.

Y su forma de seguir la final también contará con matices en Barcelona y Madrid, dependiendo de su hábitat. A Unai Díaz le tocará refugiarse en casa, desde donde ya ha seguido más de una final, mientras que Asier Arribas se acercará a un ecosistema mucho más pelotazale, como el de la Casa de los Navarros de la capital catalana. «Los chavales no siguen mucho la pelota profesional, pero los mayores sí. En el club donde jugamos se suelen hacer porras y apuestas y lo solemos ver todos juntos»

En principio, entiende que le tocará jugar «fuera de casa» pues la condición de navarro de Joseba Ezkurdia hará que muchos se decanten por el de Arbizu, pero Asier Arribas tiene la intención de acercarse con la camiseta roja de Altuna. Seguro que su padre también cumplirá la liturgia de intercambiar algún whatsapp con el amezketarra como ha hecho desde que le pasaron su teléfono. «Es un chaval encantador, muy humilde, como la mayoría de los pelotaris».

De ahí que, suceda lo que suceda en el Arena, lo importante es que se pueda ver una gran final y que, aquellos que se acerquen a nuestro deporte por primera vez, ya sea por tradición familiar o por circunstancias de la vida, puedan engancharse a esta parte de nuestra cultura que, con todas sus complejidades y circunstancias, pueda seguir plantando cara a los deportes de masas.